Borrowed Time: madurando las emociones
La madurez emocional, a diferencia de la física, no resulta inevitable, sino que exige nuestra activa colaboración. Uno de los momentos clave de este proceso invisible es el llamado «crisis de la mediana edad». Pero el proceso parte, habitualmente, en el reconocimiento de la persona como individuo, alrededor de los diez años. Implica reconocer las emociones propias como un fenómeno separado de lo que estamos sintiendo (abstracción), entender cómo ellas interactúan entre sí, comunicar estas emociones a otras personas y comprender la interacción entre las emociones propias y las ajenas.
El cortometraje Borrowed Time (Coats & Hamou-Ladj 2016) está centrado en la dimensión personal del proceso: reconocer las propias emociones y entender cómo interactúan en nuestro interior. El protagonista, envuelto en su propia crisis de la mediana edad, se enfrenta con emociones íntimas enraizadas hacia el final de la niñez y enfrenta el dilema típico del proceso de maduración: aceptar su disgustante mundo interior tal como es o sucumbir en el intento. También cabe la posibilidad de negar infantilmente lo que sentimos, pero esto se opone a nuestra voluntad de superación.
La soledad e inseguridad del espacio y el cambio de los colores a causa de la posición del Sol son un reflejo del escenario interior del protagonista. La forma en que se enfocan los planos señala los cambios anímicos entre el miedo, la esperanza, el horror, la nostalgia. Así, un tic-tac acompaña al crepúsculo después de que las nubes cubrieran el cielo y un viento fuerte llenara el aire.
Andrea Bescós (PlayGround 20-10-2016) manifiesta sorpresa por lo que considera una extravagancia en el «entorno» de Pixar, pero no me parece inusual que las obras audiovisuales contengan lecturas simbólicas o espirituales. Si bien las palabras escasean en esta, el mensaje exhibe una claridad suficiente para llegar a cualquiera a la vez que una intimidad apropiada para enganchar a cualquiera.
Borrowed Time nos recuerda, en apenas seis minutos, varias cosas de peso: que nunca es tarde para reflexionar, que todos tenemos momentos oscuros, que la fortuna juega tanto en contra cuanto a favor y que Terencio tenía razón cuando dijo «homo sum, humani nihil a me alienum puto» (Haut 77).