Jap?n se merece las ballenas
¿Por qué algunos rechazan la pesca (que no «caza») de ballenas que practican los japoneses? ¿Y por qué los japoneses no tienen que renunciar a la pesca de cetáceos? Responderé estas dos preguntas a continuación. Prefiero decir «pesca» en lugar de «caza» porque las ballenas son sacadas desde el agua, lo que se corresponde con la definición de «pesca» y no de «caza», la cual está vinculada estrictamente con animales terrestres y aves.
Por supuesto, los enemigos de Japón pretenden pervertir los conceptos para sensibilizar a los incautos y obtener generosas donaciones para Greenpeace y otras organizaciones criminales que se oponen al uso de cultivos transgénicos y al progreso de la humanidad.
Las razones de los enemigos de Japón
Que las ballenas están en peligro de extinción. Esta afirmación resulta, ante todo, imprecisa, puesto que no especifica cuál de las 80 a 90 especies de ballena se encuentra en peligro de extinción ni en qué grado. Los datos al respecto son lo suficientemente confusos y difíciles de obtener como para que cualquier afirmación al respecto suene verosímil.
La poca claridad con respecto al número de individuos de cada especie es instrumentalizada a favor de una retórica del odio que instiga la prohibición de la pesca. Se trata de una argumentación infundada y falaz porque no se aplica sobre todas las especies pescadas y transgrede el principio argumentativo de suficiencia.
Que las ballenas sufren al ser arponeadas y pescadas. Ciertamente, como animales sensibles, las ballenas experimentan dolor cuando son arponeadas. No obstante, la observación de este hecho no constituye un argumento contra la pesca de ballenas, por cuanto el dolor no origina derechos ni obligaciones.
Producto de una identificación emocional con el animal que experimenta dolor, puesto que se retuerce y a veces se queja de manera similar a como lo hace un hombre, hay quienes sienten compasión de las ballenas y de otros animales. Este fenómeno ha sido descrito por Spinoza y explica, en general, el error de creer que los animales tengan derechos: no los tienen. Como explica Gewirth (1985), los sujetos de derecho no se caracterizan por que experimenten sufrimiento, sino por que son agentes morales y las ballenas no lo son.
Que la pesca de ballenas es comercial o industrial y no científica o cultural. Los enemigos de Japón se niegan a reconocer que la pesca de ballenas es una actividad tradicional en Japón, con evidencia desde hace cientos de años, y la catalogan como comercial o industrial. Desde luego, el hecho de que una actividad sea comercial no la hace menos tradicional y el hecho de que sea industrial no la desconecta de las costumbres populares.
Especialmente en Japón, la comercialización e industrialización de lo tradicional es un fenómeno armonioso y que resulta en el enriquecimiento de las costumbres mantenidas durante siglos. Pienso, por ejemplo, en los androides desarrollados por empresas japonesas, los cuales se inclinan tal como lo haría una persona para saludar.
Que la pesca de ballenas ha sido descontinuada en todo el mundo. Ha habido, por cierto, una disminución de esta actividad, pero no una supresión definitiva. Pero el hecho de que otros hagan algo no es razón para que uno lo haga también. Existe, de todas maneras, una especie de campaña publicitaria que focaliza los informes sobre pesca de ballenas sobre los japoneses y no sobre personas de otros lugares.
Se trata, por cierto, de una campaña de desprestigio que intenta dar la impresión de que solamente los japoneses pescan y de que, como son los únicos en el mundo que lo hacen, están equivocados y deben dejar de hacerlo. En realidad, los japoneses son únicos en varios sentidos, pero este no es uno de ellos.
Que la pesca de ballenas es «ilegal». Los enemigos de Japón alegan que la pesca de ballenas es ilegal citando el Convenio Internacional para la Regulación de la Pesca de Ballenas. El gobierno japonés suscribió este convenio en 1951. Un convenio, pues, no es una ley.
Si bien el gobierno japonés suscribió el convenio, esto no obliga a las personas e instituciones privadas de Japón a respetar el convenio, puesto que ellas no lo han firmado. Por lo demás, el gobierno japonés ha respetado estrictamente el convenio y lo ha interpretado adecuadamente para respaldar las operaciones del Instituto de Investigaciones Cetáceas y de sus antecesoras.
Razones a favor de la pesca
Las ballenas no son propiedad de alguien. Dado que las ballenas pescadas por el Instituto de Investigaciones Cetáceas no son la propiedad de alguien más, el Instituto no ha incurrido en un hurto o robo al momento de capturarlas. Así como cualquier persona puede capturar conejos silvestres en el campo, no hay nada que le impida hacer lo mismo al Instituto: sería hipócrita a la vez que injusto pretender algo como esto.
Por otra parte, la administración de las ballenas como propiedad privada en el futuro haría mucho más por protegerlas que su actual condición de animales silvestres. En este sentido, el Instituto de Investigaciones Cetáceas haría bien en reclamar la propiedad de manadas específicas para que sean tratadas de forma parecida al ganado y otras instituciones interesadas (como Seashepherd) lo imiten.
El océano no es propiedad privada ni territorio de un Estado. Salvo por las aguas territoriales y las aguas de exclusividad comercial, el océano no le pertenece a ninguna persona o institución ni está bajo la jurisdicción de un gobierno, por lo cual resulta vano e infundado pretender que alguien no pesque ahí si tiene los medios materiales para conseguirlo.
Por cierto, la zona marítima exclusiva fue establecida precisamente para evitar la competencia extranjera en la pesca de ballenas frente a la costa de Quintay (Chile). La actividad ballenera de Quintay terminó en 1967 y había contado con la honorable colaboración de japoneses mientras aún funcionaba. De manera que no existe un fundamento jurídico que justifique impedir la pesca de ballenas.
La pesca de ballenas es parte de la cultura japonesa. La actividad ballenera en Japón se ha extendido durante cientos de años. Algunos afirman que esta actividad se remonta apenas a 1570, pero la Asociación Ballenera de Japón informa que la pesca con arpones comenzó en el siglo 12mo. No obstante, el consumo de ballenas puede rastrearse hasta el 12 000 aC. Hay personas que justifican la mutilación genital involuntaria por motivos culturales. ¿No parece esto mucho más escandaloso que la pesca?
Las razones equivocadas conducen al atropello efectivo de derechos cuando impiden que las personas actúen sin vulnerar las libertades de nadie más. Esto es precisamente lo que está ocurriendo en el caso de la pesca de ballenas. Esta actividad no vulnera la libertad de ninguna persona, pero aún así es satanizada como si lo hiciere. Por otra parte, los japoneses han hecho mucho por el mundo y merecen respeto cuando practican sus costumbres, por molestas que se nos hagan: en especial cuando estas costumbres no implican degradar ni mutilar personas.