Una figuraci?n ut?pica del conflicto en Colombia
"Incluso yo puedo ver que hay demasiado odio en este mundo. Quiero hacer algo al respecto... pero no, no sé de qué manera hacerlo... aun así creo que... ¡en algún momento llegará el día en que todas las personas se entiendan unas a otras! Si no puedo encontrar la respuesta, ¡tú serás quien lo haga!" Jiraiya a Naruto.
Hacer una comparación entre una serie animada japonesa y la situación social colombiana es algo de por sí extraño, sin embargo, este articulo trata de mezclar ambas narrativas, tanto la real como la fantástica, para llegar a un solo punto; el desenlace del odio. Después de ver la serie japonesa Naruto, de dejarme llevar por las imágenes de ese mundo feudal y fantasioso, pude de nuevo volver a la realidad, la mía, la de todos los colombianos que nos encontramos en esta ruleta rusa de violencia que puede golpear a nuestra puerta en cualquier momento, si es que aún no lo ha hecho.
Para el lector que se interesó por el contenido pero no tiene idea de la serie, o no le importa tenerlo, no se preocupe, porque la temática aquí explicada tiene que ver con cosas tan personales y humanas, universalmente sentidas, que cualquiera puede darle una leída y empezar a practicarlo. Para hacer una pequeña introducción, la serie trata sobre un ninja luchando desde su infancia por la aceptación social de la gente de su aldea, una lucha que lo llevará a tener diferentes maestros, poder crear lazos de amistad, entender las responsabilidades innatas de la gente de su aldea, como su misión de protegerla y de crecer personalmente para hacerla crecer también a ella, y el desarrollo evolutivo de alguien que nació en un ambiente de hostilidad y odio para convertirse en la estrella principal de la historia.
¿Por qué entonces, una seria ficticia, tan alejada de nuestro contexto cultural, se puede relacionar con nuestra convulsa situación social? Pues bien, en la segunda parte de la serie, llamada Naruto Shippuden, los héroes enfrentan un desafío final: una gran guerra ninja. Toda la temática de la confrontación es representada por líneas sanguíneas de odio, rencores heredados que se transmitieron de generación en generación hasta llegar al presente, a la generación del protagonista. La lucha por el poder, los odios heredados de confrontaciones anteriores, el conflicto por intereses personales y la batalla esquizofrénica por hallar la paz, cada uno de los bandos a su manera, es lo que nos relaciona tan estrechamente con la serie.
O es que acaso nuestro país, en momentos como estos, en que enfrenta un proceso de paz hijo de muchos otros, ¿no es una lucha entre bandos que tratan de olvidar lo que sus padres y abuelos se hicieron entre sí y le hicieron al país? Hay una linea de odios y rencores que hemos heredado desde que empezó esta maldita guerra. Nuestra sangre, tan preciada al momento de sentirnos orgullosos, y la cual compartimos con todos los demás colombianos pero creemos que es solo nuestra, sigue envenenada por ideales, pensamientos, y actitudes que le han costado mucha vida al país, y muchos hijos a las madres que aun hoy los esperan en sus casas.
Naruto, en su lucha a lo largo de toda la serie, combate ese odio heredado por las generaciones pasadas y que tanto mal le ha hecho a su aldea y a su gente. Para él, encontrar la armonía entre todas las naciones, entre todas las aldeas, es reconocernos los unos a los otros, entender nuestro dolor en base a nuestras propias heridas y tratar, una vez más, no importa que se deba repetir el proceso día tras día, de que podamos sentir empatía por el otro y podamos avanzar a través del entendimiento mutuo y no de la lucha.
Su maestro Jiraiya, un personaje que está basado en una novela del folclore japonés llamada Jiraiya Goketsu Monogatari, (La Leyenda de Jiraiya el Galante) es quien ha vivido a través de más de dos generaciones, de guerras y combates, que entiende bien el conflicto y que quiere ponerle fin aunque le cueste la vida. Su aspiración más grande al llegar a la vejez es aquella de que sus discípulos logren lo que no pudo él; la paz. "Cuando eres herido aprendes a odiar, por otro lado cuando hieres, te resientes, pero también empiezas a sentirte culpable". Para Jiraiya, tanto el acto de incitar al odio como de ser incitado conllevan al mismo fin, y ya que los seres humanos usualmente actúan en respuesta a sus emociones, y no a la razón, justifican sus acciones con argumentos fruto de las agresiones, y heredan a sus hijos estos sentimientos para que continúen por ellos el legado de odio que ellos no lograron saciar.
En nuestro país ha pasado lo mismo desde tiempos inmemorables. Heredamos el odio que nos dejó la guerra de los mil días entre liberales y conservadores para odiarnos entre comunistas y derechistas. Heredamos el odio de los pobres por los ricos y estos por los pobres. Personajes como el ex presidente Álvaro Uribe incitaron más los lazos de odio contra la guerrilla, y esta a su vez responde a la agresión heredando odios y alimentando la lucha paranoide por el poder. Por un lado unos buscaron la "paz" a través de la guerra, como las autodefensas y los paramilitares. Por el otro, la guerrilla desde su concepción en los años 60s frente a las matanzas liberales, también quiso imponer su sentido de paz a como diera lugar. Si no nos detenemos a pensar en que todos queremos lo mismo, que al final los medios no deben ser la fuente de confrontación si todos buscamos el mismo fin, podremos entendernos y llegar a un común acuerdo.
Para Naruto la figura de Jiraiya, su maestro, fue fundamental a la hora de entender su camino y de seguirlo. Así estén en medio de una guerra, él siempre trata de dialogar con sus oponentes, hacerlos entender que la idea de la lucha por el capricho egocéntrico o por el odio pasado no tiene sentido en un mundo en el que debe existir la paz. Los diálogos y las ideas de su corazón se refuerzan en el compañerismo, el amor por su aldea, su cultura y sus tradiciones, y el deseo de lograr entender las diferencias con los otros y hacerlos amigos sin atentar contra sus propias identidades e ideas personales. ¿Por qué nosotros no tenemos una figura de maestro? ¿Por qué ya no hay sabios que puedan guiar a sus discípulos, o por qué no hay jóvenes que puedan escuchar a los ancianos, los maestros?
Es muy difícil seguir este camino, lo digo también desde mi propia perspectiva ya que guardo en mi corazón también muchos rencores, y enfrento luchas diarias para deshacerme de esos vástagos heredados que debo dejar ir. Pero de eso se trata vivir, y de eso se trata hacer camino. Hemos olvidado a lo largo del tiempo, en esta época consumida por la globalización y la tecnología, cosas importantes como el honor, la empatía, los principios y el respeto por el otro. Si no podemos vivir bajo principios básicos como la tolerancia, el dialogo y la empatía mutua ¿Podemos llamarnos a nosotros humanos? Es cierto, este es uno más de los locos discursos utópicos que vienen de mucho atrás y que no se han concretado, pero si logramos cambiar los derecho laborales, darle derechos a las mujeres, y poco a poco reconocer la sexualidad de los otros ¿Por qué no meterle la ficha a una lucha que habla de nosotros como humanidad, y que viene desde el origen mismo del conflicto? Sí que podemos hallar la paz, sí que podemos dejar el odio, volvamos fantástica nuestra propia realidad y tiñámosla de algo de sueños. Apostémosle a oír al otro, a entenderlo así la sola idea suene loca, y cambiemos el futuro que le dejaremos a nuestros hijos, y a los hijos de sus hijos. Ya estuvo bueno del odio y del rencor, podemos buscar ser algo mejor.