Mediocridad y ocaso de la clase política en América Latina
Hace unos años, a finales de la década de los noventa, Latinoamérica experimentó una ola de cambios sociales y políticos significativos que culminaron con la llegada al poder de la izquierda en muchos países de la región. A ese fenómeno, bautizado por el desaparecido Hugo Chávez Frías como el "Socialismo del siglo XXI" No solo le había favorecido el desencanto popular por los gobiernos de derecha, los que tras fallidas políticas neoliberales y grandes índices de corrupción, abandonaron políticas sociales, abrazando sin pudor, recetas fondomonetaristas que resultaron más trágicas que beneficiosas.
Venezuela con Chávez a la cabeza, exportó la idea de una región paradisíaca en donde el asistencialismo y las políticas paternalistas de los gobiernos socialistas acabarían con la pobreza y la desigualdad social. Por entonces Venezuela contaba con un ingreso económico más que generoso, producto de su producción petrolera. Con Cuba como aliado y gobiernos de izquierda emergentes como el de Brasil, Bolivia y Ecuador, influir en pueblos centroamericanos y del Caribe resultó pan comido. Así vimos sumarse a la lista, a Nicaragua, Honduras, El Salvador y otros más del Caribe.
Luego Hugo Chávez subió la parada y promovió "la región alba" con dicho calificativo además, se les conoció a ese grupo de países integrantes, como los países de alba. Crédito de la factura petrolera con hasta 25 años de plazo, pago del petróleo con alimentos, ganado en pie, carne, lácteos y perecederos, fue otra de las formas de comercio que se fijó en este grupo político. Nicaragua por ejemplo, se hizo cargo de la venta y distribución del petróleo Venezolano a otros países de la región centroamericana, en algún momento se planeó instalar en el país una refinería (El supremo sueño de Bolívar) se puso incluso, la primera piedra.
Pero a lo interno de cada país perteneciente al exclusivo grupo del "socialismo del siglo XXI" La corrupción, el autoritarismo, la libertad de expresión bajo amenaza, la institucionalidad trastocada y el respeto a los derechos humanos violentados, empezaron a desencantar a los ciudadanos. Lejos de articular verdaderos programas sociales, estos gobiernos profundizaron políticas asistencialistas nocivas, a cambio de ganar adeptos a base de dádivas y así confrontarlos con aquellos que desde los medios de comunicación social, denuncian enormes actos de corrupción con la nada transparente ganancia que genera la cooperación petrolera venezolana.
El enriquecimiento ilícito, el tráfico de influencias y la impunidad, tomaron protagonismo en los países del alba, Chávez murió, y su heredero político fracasó hasta llevar a la miseria al otrora paraíso petrolero. Y nuevamente la región convulsiona en una lucha desigual entre gobernantes y gobernados, persistiendo por supuesto, en la búsqueda de un cambio verdadero. Venezuela y Nicaragua, han anulado incluso, sus sistemas electorales con el objetivo de perpetuar a sus regímenes en el poder. Poco duró la luna de miel con la izquierda latinoamericana, la que al final terminó superando los vicios de aquella derecha a la que combatió sin tregua desde los movimientos sociales, indígenas y gremiales.
Si alguna lección podemos sacar de todo esto, la misma está en no esperar que el asistencialismo o paternalismo estatal sea la herramienta o el vehículo adecuado para combatir la pobreza y la desigualdad social. La respuesta está en la transparencia de la gestión pública, en la inversión de calidad que se debe hacer en educación, tecnificación. La promoción del emprendedurismo es otra de las formas sanas de estimular la integración económica de sectores marginados, ni la derecha ni la izquierda nos han traído hasta ahora, al tan esperado mesías político. Lo único claro, es que la clase política latinoamericana está minada por la mediocridad y transita por el ocaso sin más remedio que su extinción.