Mi país, una cruda realidad
Cada país es responsable de accionar su propio destino.
Paseando por el Malecón observamos la riqueza que posee lo que una vez fue, una de las colonias más importantes, ricas y geográficamente mejor ubicada en el Caribe. Pero que pasa ahora en las calles de Santo Domingo, como vive su gente.
En el mundo el 1% de la población posee los recursos de un 99%, quien aseguraría que en este hermoso territorio rodeado de playas cristalinas sería diferente.
Justicia, equidad, valores son solo palabras utilizadas por políticos en tiempos de campañas electorales, que junto con los sueños y esperanzas rotas de los más desfavorecidos desaparecen en el oscuro rincón de un vertedero ilegal.
El país donde viven las personas más felices del mundo, serán felices aquellos niños obligados a dejar la escuela para trabajar o aquellos huérfanos que limpian cristales al medio día y cuando cambia el semáforo aceleras sin pagar.
Hablarnos entonces de derechos, los derechos robados a aquellos ancianos pensionados, que no tienen siquiera con que recursos cubrir su canasta familiar. Y que decir de esos jóvenes llenos de ideas, energía y pensamientos de cambios que están desempleados por no tener cuña (o recursos para practicar el clientelismo).
La pobreza nos arropa y crece. Adolescentes embarazadas, algunas mueren en la puerta de algún hospital por no tener dinero para pagar un parto.
Acaso sería objetivo señalar culpables cuando no son sólo crisis económicas, corrupción, pobreza que tienen a los sectores más vulnerables del país ahogándose en las penumbras. Son crisis morales, en la educación y el pensamiento.
Hace falta un cambio que transforme haga renacer desde las cenizas de una República desordenada a la evolución de un rompecabezas que aunque repleto departes diferentes pero complementarias, modifiquen con pensamientos, opiniones o ideas a cada ciudadano, formando en conjunto la utopía de una República Dominicana para todos.