Fruteario: Oda al banano
Un poema no necesita siempre un tema para existir. Puede ser, a lo sumo necesario, tan solo una cosa, un objeto o en ocasiones, y si es bueno, un pretexto. Una cosa puede ser un cuaderno, un libro, un destornillador o el hilo dental. Un pretexto puede ser un amor, una tristeza o la misma soledad.
Por lo general siempre se recurre a los mismos pretextos, que se hibridan con los temas de siempre, pero los objetos son olvidados, como si algo necesitara vida para ser digno de ser escrito, y no pudiera surgir solo de la banalidad del objeto en sí. Hablando de cosas banales por qué no escribir sobre el banano, o los bananos, plural o singular la fruta sigue siendo fruta.
De niño siempre me decían que comer banano aumentaba el potasio, sin saber si quiera que mierdas era el potasio. Pero eso es hablar de los beneficios del banano, y no del banano en sí. Primero que todo hay que decir que es blando, débil y se negra con nada. Toca echarlo en agua con limón, como a las heridas, para que no se pudra con el medio ambiente.
Además es amarillo, un color que recuerda la luz picante de un solo bogotano, luz que chilla con el color de las demás frutas. Su forma sugestiva siempre lo ha puesto en ridículo, y reo que es por eso que es más macho que hembra, más banano que banana.
Tiene un ti segundo, el plátano verde, y una tía querida, el plátano maduro, ¿o la plátana? No es ni uno ni lo otro, pero está conectado a ellos, aunque siempre se le relegue a un papel inferior. Es importante decir que es asiático, de las junglas de Malasia, y le dio nombre a nuestras tierras latinoamericanas en el siglo XIX y bien entrado el XX, cuando a estos países se les conocía como "naciones bananeras".
Cae bien con leche, en torta es delicioso, y a veces, para estómagos más golosos, con una dosis extra de azúcar blanco se lo comen niños y ancianos, menos los de la vida light, estos lo ven con recelo. También se puede comer en postre, o en jugo acompañado con guayaba, y algunos más aventureros lo usan como pipa para carburar marihuana.
Es la fruta prohibida del Fruteario, ese abecedario inventado para catalogar las frutas. Su contra serían las manzanas, o la manzana, que fue según el relato bíblico la fruta prohibida del Edén. Fémina mortal, pasión y corrupción, malicia y seducción, o eso dicen los relatos antiguos. Lo cierto es que aguanta más golpes, y no se deja morir tan fácil. El banano en cambio, varonil y creído, se muestra muy erguido pero al pelarlo se pone blandito. No aguanta un trajín y además es muy dulce a ratos.
Complementándose con la manzana se vuelve pues la unión perfecta. ¿Imagíneselo usted con una guayaba o una guanábana? No, esas hembras le quedarían muy grandes. Lo chistoso es que el hombre, el de carne y hueso, no el de los libros, tiene banano y además manzana. Lo que me recuerda que Dios es travesti, porque a imagen y semejanza mía eres, fuiste y siempre lo serás.