Rafael Garay es un reflejo del engaño populista
Rafael Garay, licenciado en ciencias económicas y administrativas de la Universidad de Chile, fue recientemente arrestado en Braov (Transilvania) a causa de que portaba documentación falsa. Dorian Senchetru, el abogado que representa a Rafael Garay en Rumania, desmintió que esta haya sido la causa de la detención, pero no entregó una explicación alternativa. La versión de Senchetru, sin embargo, no parece descabellada por cuanto Garay tenía una orden de captura internacional, así que habría terminado detenido tanto si portaba un pasaporte falso cuanto si llevaba su pasaporte real.
Rafael Garay ha sido acusado en Chile de haber cometido al menos 37 delitos de estafa contra varias personas a través de una empresa de inversiones llamada «Think & co». Los expertos han indicado que las utilidades ofrecidas por esta empresa, atractivas como eran para los clientes que resultaron estafados, resultaban irrealmente altas e imposibles de cumplir saludablemente. Ellos han indicado también que «Think & co» funcionaba como una estafa piramidal, de manera que las comisiones de unos clientes financiaban las ganancias de otros. Esto, como es evidente, resulta insostenible en el tiempo: tal como un sistema de reparto para las pensiones.
Rafael Garay no se hizo conocido ni consiguió clientes haciendo buenos negocios que lo respaldaran profesionalmente: su fama de economista estaba fundada exclusivamente en la cualidad de «experto» que le fue conferida por noticiarios de la televisión chilena. Los noticiarios chilenos suelen ser especialmente descuidados cuando se trata de buscar opiniones en materia económica. De hecho, consiguen habitualmente las opiniones de las personas más ignorantes, pero más convencidas de que sus proposiciones son correctas. Por esto piden la opinión de think tanks como la Fundación Sol (una ONG comunista con agenda política y completa ignorancia sobre economía) o de personas como Luis Mesina (un apologista del sistema de reparto).
Resulta, pues, que Rafael Garay adquirió prestigio porque aparecía en los noticieros, no por destacarse con logros profesionales. Y él llegó a aparecer en los noticieros no solamente porque conocía a las personas indicadas (como ocurre normalmente en todo el mundo), sino especialmente gracias a la total ignorancia e incompetente negligencia de los equipos periodísticos televisivos en Chile. Ellos, como dije, suelen enfocar a incompetentes en sus programas y presentarlos como «expertos» en asuntos de los que no tienen idea (especialmente en materia económica) y difundir opiniones y recomendaciones infundadas.
Los periodistas televisivos chilenos incurren en esta práctica anti-ética de forma constante: todos los días presentan la opinión de alguien que propone ideas reconocidamente falsas o erróneas y la hacen parecer una proposición «experta». Como estos periodistas ignoran opiniones serias sobre estos asuntos, terminan creyéndoles a los charlatanes que han entrevistado y defendiendo ideas dañinas para el desarrollo económico. Así que promueven el sistema de reparto en las pensiones, mayores impuestos, más regulación del mercado laboral, salarios definidos por ley, etc.
Para promover estas pésimas medidas, que atentan notoriamente contra el desarrollo económico de Chile (y del mundo), los periodistas llaman a sus «expertos»: la Fundación Sol, Luis Mesina y Rafael Garay. Este último cayó en desgracia ante los mismos periodistas que lo habían deificado, pero incluso este evento no ha logrado que los periodistas se den cuenta de que sus «expertos» son falsos ídolos alimentados por ellos mismos sin fundamentos reales para poseer prestigio.
El populismo político considerando especialmente su tendencia a defender ideas que suenan atractivas, pero cuyos proponentes saben inviables ha solido acaparar sectores considerables del «cuarto poder»: varios de sus representantes utilizan los medios con los que cuentan para defender este tipo de ideas con excelentes resultados en cuanto a su aplicación y pésimas consecuencias para los países donde esto ocurre. Rafael Garay fue uno de los respaldos utilizados por los periodistas para hacer girar esta rueda.
Quizá los periodistas no estén muy contentos con el hecho de que Rafael Garay haya pretendido aplicar las mismas prácticas populistas que ellos promueven, pero a una escala mucho más pequeña, con la empresa «Think & co». Quizá no se dan cuenta de que aquello por lo cual hoy condenan a Garay es exactamente lo mismo que ellos defienden cada día frente a la pantalla: estafas piramidales. Aún más, el delito de Garay resulta mucho menos grave que el impulsado por los periodistas que lo instrumentalizaron mientras todavía les fue útil, puesto que él nunca tomó el dinero de nadie contra su voluntad. A fin de cuentas, él engañó a cada cliente «en buena ley». Lo que proponen los periodistas, en cambio, es la aplicación de medidas populistas sin que medie la voluntad de las víctimas. ¿Acaso no es esto mucho peor que un engaño bien realizado?