Fiel a la fidelidad
En esta época de relaciones distantes, de cambios rápidos y cultura del desechable, cada vez tenemos como raro algo con lo cual nuestros padres crecieron y fueron educados. No trato de decir: "el pasado es mejor" de esos románticos bohemios quienes se juntan (ejem, nos juntamos) en los cafés de las colonias y los barrios a platicar sobre Byung-Chul Han, o el nuevo disco de Radiohead y el proyecto de Portishead, pero si creo en la necesidad de mantener algunas cosas intactas, como tesoros dentro de las cosas comunes y lamentablemente, más que corrientes en nuestras vidas.
Me refiero a la fidelidad, pero no crean al escuchar dicha palabra, que yo quiera decir la fidelidad jurada ante los ojos de Dios o de la ley del hombre o cualquier otra convención de esas. Es decir, es obvia la importancia y el peso el cual lleva esta connotación de fidelidad a la pareja, pero no sólo me refiero a ese tipo de fidelidad, llamémosla conyugal. Hablo de la fidelidad en general: La fidelidad entendida como aquella entidad abstracta, puro concepto, por la cual hacemos promesas de estar siempre con alguien, ya sea en la buenas, como en las malas. Las buenas buenas, y las malas peores.
La fidelidad del jardín de niños, cuando nuestro compañerito, nuestro mejor amigo no llevaba lunch, o se terminaba y él quedaba aún con hambre, salía nuestro espíritu solidario para apoyarlo y no dejar al pobre niño sin alimento, y compartíamos esa manzana colocada en el tupper por nuestra mamá, a quien, cabe mencionar, debíamos regresar el instrumento gastronómico intacto. O la fidelidad del compañero de equipo quien ayudaba a sus pares para sacar el trabajo, o más aún, la fidelidad a nuestros sueños, la fidelidad con nosotros mismos.
Es cada vez más común escuchar personas quienes lo pensabanse felices y completas con las cosas y personas dentro de su vida, pero apenas sucede un desencanto, se ven con la necesidad, y si necesidad, de dejar de lado "al amor de su vida". Y por lo tanto, han tenido como 20 amores de su vida. Según yo no habría problema de esto, pero ese temazo, el del amor, ya lo tocaré otra ocasión. Sigamos con la fidelidad, ese tesoro perdido, el cual debemos de luchar por mantener con vida, y con resonancia en los valores de la sociedad nuestra.
Pero, ¿cómo ser fiel, si para ser fiel a algo, en este caso la fidelidad misma, se requiere ser fiel al principio de la fidelidad? No somos fieles, ni a la fidelidad misma, es difícil de resolver este dilema, como dicen por ahí: "Si las mujeres siempre tienen la razón y los hombres siempre estamos equivocados, ¿qué pasa cuando un hombre afirma que la mujer está en lo correcto?". Así de difícil es resolver el problema de la fidelidad.
Ser fiel implica ser fiel a la fidelidad, pero si no podemos ser fieles, tampoco podemos ser fieles a la fidelidad misma. Y si somos fieles al cambio, tendremos entonces una fidelidad vacía, pues seremos fieles al constante cambio, lo cual es lo contrario a la fidelidad. Entonces, ¿seguimos cambiando hasta poder llegar a ser fieles o somos fieles al cambio y nos acostumbramos a la inestabilidad? Mientras si son peras o son manzanas, sigamos nuestro camino y pensemos en cosas sin sentido, qué es lo único capaz de darle sentido a la vida.