La violencia del movimiento «No + AFP» en Chile
No me siento muy afín con la disciplina psicológica a pesar de mi formación pedagógica en la universidad, pero a veces la evidencia de un fenómeno de esta categoría resulta tan patente y aplastante que no me es posible ignorarlo. Observemos los siguientes síntomas: un sujeto cree tener una idea tan buena que, si los demás no se convencen de ella, deben ser sometidos a ella por la fuerza; el sujeto no solamente propone este escenario, sino que les solicita a instituciones con fuerza letal que impongan esta idea sobre los habitantes del territorio donde vive; finalmente, el sujeto obstruye el tránsito y daña la propiedad de otras personas para exigir que su idea sea impuesta. ¿No les parece narcisista y psicótico?
Esto es precisamente lo que ha ocurrido en Chile (y en otros países de la región) con los llamados «movimientos sociales»: un grupo tiene una idea y trata de imponerla sobre el resto de la población tanto con argumentos cuanto con amenazas y atropellos. Y el movimiento más popular hoy en día, que salió esta misma mañana (04-Nov) a obstruir el tránsito con barricadas incendiarias y a dañar la propiedad privada con piedras y bombas molotov, es el denominado «No + AFP». Anteriormente fueron los movimientos estudiantiles de 2006 y 2011, el movimiento de Aysén, el de Freirina, el de aquí y el de allá.
Los movimientos sociales han tenido un éxito peligroso porque están utilizando una fórmula consabidamente riesgosa para imponer ideas que no solamente no son compartidas por la población general, sino que son perjudiciales para los derechos humanos y para el desarrollo social. De hecho, esta conducta es tan riesgosa que incluso se encuentra tipificada como delito en la legislación chilena (art 1ro Ley 18.314): utilizar la violencia con el fin de «arrancar o inhibir resoluciones de la autoridad o imponerle exigencias» está considerado un delito de carácter terrorista. Desde hace mucho tiempo, no obstante, las autoridades locales aplican las leyes de acuerdo con criterios políticos y no morales. Esta ley, por lo tanto, está reservada solamente para mantener una imagen pública aceptable y para perseguir a los enemigos del gobierno.
Se ha argumentado suficientemente para desacreditar los argumentos del movimiento «No + AFP». El mismo gobierno ha ignorado las plegarias del movimiento para que el Estado expropie los fondos de pensiones. Así que el movimiento no ha dudado en salir a la calle para atentar contra la libertad de tránsito y la propiedad privada: porque sus ideas son más importantes que la dignidad humana. Obviamente, el movimiento considera que sus ideas traerán verdadera dignidad: lo harán desposeyendo a las personas de una parte sustancial de su salario en contra de su voluntad y entregándolo en las manos de políticos y funcionarios públicos; lo harán malgastando el dinero sustraído ilegítimamente y endeudando el país hasta la quiebra (lo que ya ha ocurrido al menos ocho veces en Chile); lo harán incluso diciendo que las miserables pensiones conseguidas (inferiores a las que entregan actualmente las AFP) son preferibles a causa de que son «soberanas».
Esta es la dignidad que ofrece el movimiento «No + AFP»: una que contrae hambre, pobreza, subdesarrollo, escasez; pero, sobre todo, esclavitud. Porque no se le puede decir «soberano» a un fondo que no es reunido con la aceptación voluntaria de cada participante, sino por medio de la sustracción forzosa. Actualmente, el DL 3.500/1980 también fuerza la cotización sobre las liquidaciones de sueldo, pero uno puede evadirla en el caso de las boletas de honorarios y de los ingresos informales. Resulta curioso, por cierto, que el movimiento «No + AFP» les achaque a las AFP el peso de esta obligación cuando, en realidad, ella fue establecida y es ejecutada con mano de hierro (no como la ley 18.314) hasta el día de hoy por el Estado. Entonces, el camino de la dignidad no está en entregarle más poder a quien ya nos ha privado de él, sino en despojarlo de todo el poder que tiene ahora sobre nosotros.
El movimiento «No + AFP», sin embargo, no está interesado en ni pretende conseguir la dignidad de las personas: que seamos libres y dispongamos de nuestro dinero le parece una aberración inadmisible. En cambio, él pretende entregarnos por completo ya no solo parcialmente en las fauces del Estado para que este decida cuánto nos exprime o si acaso nos devora por completo.
¿Qué lección moral podría darnos, entonces, el movimiento «No + AFP»? Ninguna que venga de sus discursos, pero sí una que proviene de sus acciones: la única respuesta posible ante una vulneración de nuestros derechos es la legítima defensa. Y esto es lo que yo mismo me siento compelido a hacer: repeler la obstrucción del tránsito, el daño a la propiedad y la propuesta de expropiar nuestros ingresos.