El Ministerio del Tiempo, o cómo es posible hacer buenas historias de viajes en el tiempo en español
Uno de los tópicos favoritos de la ciencia ficción es el de los viajes en el tiempo: su mecánica, sus diversas tecnologías, y -sobre todo- sus posibles consecuencias. Desde que H.G Wells sentara los principios de este sub-género en 1895 con su libro "La máquina del tiempo" (aunque justo es decir que literatura sobre viajes en el tiempo ya existía, pero era por cuestiones de azar o magia, como el caso del protagonista de "Un yanqui en la corte del Rey Arturo", de Mark Twain), son decenas, o más bien centenas, las novelas, cuentos, películas y series de televisión que han abordado el asunto.
Tampoco es ninguna novedad si se afirma que la abrumadora mayoría de estas historias nos llegan desde el mundo angloparlante, especialmente de los Estados Unidos e Inglaterra. De hecho, así como los japoneses tienen una especial maestría para escribir y dibujar mangas, y el realismo mágico solo se puede entender en el contexto de la literatura latinoamericana; son los autores y cineastas ingleses y estadounidenses quienes parecen tener un especial talento para narrar este tipo de historias. Basta hacer una lista de películas y series con la temática de viajes en el tiempo, y ver su origen para comprobarlo: Terminator (solo la 1 y la 2, las otras fueron unos bolazos infumables), Volver al Futuro (las 3), Bill y Ted, El Planeta de los Simios, Viaje a las Estrellas IV, El campo de los sueños, Timecop, El día de la marmota, 12 monos, y Dr. Who. Todas ellas de habla inglesa.
Uno de los pocos ejemplos no anglófonos que pude encontrar, fue la de la película francesa Los visitantes, protagonizada por Jean Renó como un caballero del siglo XII que accidentalmente es transportado a fines del siglo XX.
En español, por más que pensé y pensé, no me fue posible pensar en algún ejemplo. Y tampoco resultó de mucha ayuda la búsqueda en Internet. Esto no significa que no existan historias en español sobre viajes en el tiempo (supongo que, sobre todo en literatura, debe haberlas), pero ciertamente indica que la producción es bastante escasa, y poco relevante lo que se haya hecho.
Por ello, es que resulta tan sorprendente -y todo un soplo de aire fresco- el ejemplo de la serie española "El Ministerio del tiempo". La premisa es muy sencilla: en tiempos de la reina Isabel la Católica, un rabino le revela -a cambio de protección para él y su familia- la existencia de unas "puertas del tiempo" por las cuales se puede viajar a distintos puntos del pasado de España, y ésta manda crear un Ministerio ultra-secreto para proteger a la Historia de cualquier posible alteración. La historia se sitúa en el año 2015, momento en el que 3 nuevos personajes de distintas épocas, los protagonistas, son reclutados.
Sin contar con un gran presupuesto, ni la posibilidad de disponer de grandes efectos especiales, ni de apelar a relatos épicos; la fortaleza de la serie está, precisamente en esa aparente sencillez repleta de creatividad, a la que se suma un muy buen elenco, y muchos toques de humor, incluso autorreferenciales.
Por supuesto que no se trata de una serie perfecta. Tiene sus debilidades argumentales y sus paradojas temporales, como el del accidente que le costó la vida a la esposa de uno de los protagonistas; el de la imposibilidad de viajar al futuro a través de las puertas (para alguien del siglo XVI cruzar una puerta para llegar al siglo XXI, eso es ciertamente viajar al futuro); y el que menos explico: ¿cómo hacen para funcionar y tener online a celulares y computadoras y conectarse entre diferentes épocas?
Pero la serie tiene un aire tan fresco, tan renovador, y -sobre todo- tan fundacional en el terreno de la ciencia ficción en español, y sobre todo en los viajes en el tiempo, que perfectamente se le pueden perdonar estas inconsistencias, que, por otro lado, toda obra tiene.
Lo importante es disfrutar de este ameno recorrido por la Historia y personajes ilustres de España, desde el Cid Campeador hasta Salvador Dalí, pasando por el vanidoso Diego Velázquez (que es un agente del Ministerio), el sufrido Miguel de Cervantes, el libidinoso Lope de Vega, el pícaro Lazarillo de Tormes, y muchos más, que son abordados en forma humana y realista, lejos de los mármoles y bronces de los monumentos. Y poder compartir con los agentes y sus superiores las aventuras y contratiempos por los que pasan para mantener la historia tal cual la conocemos incambiada; y sus dramas personales por la imposibilidad de cambiar sus historias personales, o de quienes aman (una esposa muerta en un accidente, un niño del siglo XIX que tiene una enfermedad curable con medicina del siglo XXI, etc), pese a trabajar donde trabajan, porque la política del Ministerio lo prohíbe expresamente.
Más historias así son las que precisamos generar en Hispanoamérica. Y, afortunadamente, para eso, aún tenemos el tiempo por delante.