Los fuegos artificiales que alumbran la noche
Cada fin de año en diversas partes del mundo los cielos se iluminan para saludar el comienzo de un nuevo ciclo y el fin del anterior, una renovación de energías y esperanzas. Esas luces se vienen encendiendo desde hace mucho en cielos de otros tiempos, algunas tradiciones son más antiguas de lo que parecen.
El origen de estas hanna bi o flores de fuego, como las llaman los japoneses, se remonta, de hecho, hasta el año 960, época de la dinastía cantada China. Se dice que fue allí donde un cocinero descubrió que la mezcla de sulfuro, salitre y carbón de leña era tan inflamable como para estallar si se la envasaba en un espacio pequeño. Así nace la pólvora.
Perfeccionada la receta, los chinos la emplearon como combustible y tallaron entonces pequeños cohetes de madera que introducían en la boca de sus monumentales dragones. Una vez accionadas, estas flechas ígneas salían disparadas hacia el cielo como si estuvieran emanando de las entrañas de un verdadero dragón. El principio de accionamiento de estos cohetes todavía se utiliza hoy en pirotecnia, y en la actualidad los chinos siguen siendo los mayores productores y referentes de fuegos artificiales del mundo entero.
La primera aplicación de esta tecnología era la hospitalidad, la recreación y la celebración. Se consideraba que semejantes explosiones de júbilo, además de divertir a los hombres, honraban a los dioses en su propio espacio celeste, logrando así estrechar el vínculo entre unos y otros. Los artificios pirotécnicos continúan empleándose en los típicos festejos de fin de año y en eventos musicales o deportivos, como la inauguración de los Juegos Olímpicos.
Pero también desde la antigüedad los cohetes, predecesores de la artillería, fueron empleados con fines bélicos. Ya en 1279 los propios chinos los usaron contra los invasores de la vecina Mongolia.
España es un país que cuenta con una gran tradición en pirotecnia festiva. El Concurso de Fuegos Artificiales de Blanes que se desarrolla a lo largo de una semana completa y congrega a más de un millón de personas por año.
Pero no hay que olvidar que tanta mágica belleza encierra un gran peligro si no se utiliza con responsabilidad. Por ello se recomienda tomar las debidas precauciones en su uso.