Argentina lleva siete seleccionadores en el último decenio desde que debutara Leo Messi con la albiceleste en 2006: Pekerman, Basile, Maradona, Batista, Sabella, Martino, Bauza. En ese tiempo Alemania y Uruguay han tenido a un solo seleccionador: Löw y Tabarez; España a tres: Luis Aragonés, Del Bosque y Lopetegui; Chile a cuatro: Bielsa, Borghi, Sampaoli, Pizzi.
La albiceleste no tiene ni modelo de juego que lo defina, ni proyecto deportivo que lo mantenga a flote ni argumentos futbolísticos que sostengan una idea elaborada en el tiempo. Ha vivido a expensas de las genialidades de Leo Messi. Y solo por él sigue como la selección número 1 en el ranking de la FIFA. En siete partidos sin Leo Messi la selección argentina solo ha podido ganar un mísero encuentro.
"En el único sitio que no me han tratado como en el Barcelona es en Argentina", llegó a decir Messi cuando las cosas no le iban bien allá por el año 2010. A Leo Messi le atacaron en la Argentina porque decían que allí el que jugaba era su primo y no el jugador que obnubilaba al mundo en el Barcelona. E incluso fue increpado y calificado de pechofrío por no cantar el himno nacional en 2013.
Posiblemente lo que le haga diferente a Messi respecto a los grandes dioses del deporte es parecer que no tiene conciencia de ser Messi practicando su deporte. Y eso causa estragos. Messi es su única circunstancia: el fútbol. En el terreno de juego descarga todo su descaro este Mesías. El mensaje para el que fue enviado a la Tierra sólo lo sabe expresar mediante la pelota. Y nunca iba a ser reconocido por todos los argentinos hasta que un día lo dejara. El delantero argentino es mortal, de carne y hueso y como todos los humanos falla, pero con una excepción, falla menos que ninguno. Ahora notan su ausencia en Argentina y le suplican que vuelva con urgencia o caerán eliminados. El próximo partido ante Brasil será vital y debe rescatar a su selección de la mediocridad.
Messi supo sobreponerse ante las adversidades y la feroz crítica y con 25 años ya había superado los goles de Maradona en la selección a pesar de que tuvo que imponer su individualidad sin primor colectivo, como estaba acostumbrado en su club. Como explica Ángel Cappa: "Cuando Messi entraba en acción en el Barça, ya había hecho el equipo 15 toques y salía con ventaja. En Argentina, aparecía rodeado de contrarios".
Sin embargo, el futbolista azulgrana se consumió ante la fatalidad de perder tres finales consecutivas en tres años: la final del Mundial 2014 en la prórroga y dos finales de la Copa América en los penaltis. En ese momento, Leo sólo vio sombras y dijo que dejaba la selección. Cholo Simeone, que ha vivido una suerte parecida con las finales de Champions lo vivió de la siguiente manera: "Me sentí muy identificado con la expresión de Messi. Haces todo y no lo consigues. En ese momento te sientes vacío. El dolor de la derrota ante el objetivo tan grande de ganar te hace sentir la muerte. Hay una muerte y la muerte tiene un duelo, y ese duelo hay que pasarlo".
Ahora Messi volverá cuando más lo necesitan para salvar a su selección. Y como dejó escrito antes de morir el futbolero escritor Eduardo Galeano: "A los que quieren salvarnos hay que decirles que en el único mesianismo que creemos es en el de Messi y que el único mesianimo que no es peligroso para la humanidad".
El fútbol es la religión del siglo XXI y ha encontrado a su Dios en Leo Messi. Un Dios que lleva tatuada la Sagrada Familia en el brazo y que mira al cielo buscando a su abuela cada vez que marca un gol. Un Dios al que no despreciaban más que en su tierra y en una parte de fanáticos rivales.