La Democracia siempre llama dos veces
Hace poco el olor a tinta y pólvora pasaba volando por cielo Colombiano. Exactamente, el pacto de paz entre el gobierno Colombiano y las Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia (FARC) fue un evento multitudinario lleno de pancartas que apoyaban la paz, y que era apreciado por un sinnúmero de camisas, y pantalones, blancos que ponían mayor relevancia al acto en proceso; y como en todo evento de su envergadura, no faltaron los discursos que ponían más relevancia al ansiado fin de la guerra que duro más de cincuenta años. Todo esto quedó grabado gracias a los singulares bolígrafos con forma de proyectil balístico, los cuales levantaron una que otra levantada de la vista, aunque honestamente sólo estaban ahí para dar otro toque a los libros de historia. Si bien todo el evento acompañado por autoridades de la región y del mundo daba legitimidad, es una lástima que hayan decido lanzar la casa por la ventana cuando aún faltaba el punto más importante de este acuerdo que ha durado cuatro años: El plebiscito del pueblo colombiano.
Después del domingo dos de octubre, Colombia ha terminado como un país dividido, pero un país dividido por un mismo objetivo: la paz. Quienes votaron por el Sí lo hicieron porque querían la paz luego de tantos años de conflicto, y quienes votaron por el No también lo hicieron por lo mismo. Pero dentro de su argumento se aseguraba que su negativa se debía a las dudas en que cayó el acuerdo entre el gobierno colombiano y las FARC.
El miedo a un futuro incierto, con o sin guerrilla, hizo de este momento único un estado de reflexión, análisis y dialogo sobre lo que en realidad se debe tomar en cuenta cuando un pueblo busca la paz. No basta con obtener un acuerdo que determine un cese de fuego definitivo (o al menos así parece ser hasta el final de mes, porque después no se tiene claro que puede suceder) ya que los acuerdos que se obtienen no son exactamente de gran beneficio para ambos lados. Claro es que el gobierno de Juan Manuel Santos buscaba" obtener la ansiada paz en el menor tiempo posible. Cuatro años, y sin duda fue un gran logro tras los otros intentos fallido. Pero después de haberse dibujado cual sería el camino para el desfile final de las camisas blancas, la oposición puso de manifiesto lo inclinado que estaba el acuerdo, y sin duda mucho de éste peso iba en favor del grupo guerrillero.
En resumen, las FARC recibiría una bandeja de plata por sus "años de servicio", siendo éste los escaños otorgados en el parlamento y senado para las siguientes dos elecciones, además de que quedaba confuso el hecho de como serian definidos los crímenes de guerra en medio siglo. Es más, pareciera que los ganadores del acuerdo serían las FARC, y no el pueblo como se supuso debería ser. Al menos así parecía que iba terminar las conversaciones y la algarabía de la firma del acuerdo, en donde gracias a la miopía de algunos medios daban ventaja al Sí. Pero todo eso cambio el pasado dos de octubre.
La democracia siempre golpea dos veces a la puerta de quien lo busca, a veces (o quizás demasiadas veces) no se la escucha, y quien la busca se regresa con la cabeza agachada, las manos bien metidas en los bolsillos, y andando a paso corto pateando una pequeña piedrita como en forma de despecho. Pero Colombia ha demostrado escuchar, y eso se lo demuestra con las conversaciones que se están iniciando, y a contra reloj, entre el gobierno y los grupos de oposición que definieron el No en las urnas, y con ello se intenta demostrar que "la palabra es la única arma" según dijo el líder de las FARC, Rodrigo Londoño, alias "Timochenko", dando así cierto respiro de que las cosas se buscan obtener de la mejor forma.
¿Y mientras tanto?; bueno, queda la esperanza, la esperanza representada en el premio Nobel de la paz que ha sido otorgado a Juan Manuel Santos hace poco en Oslo, y mientras aún persista la esperanza nada está acabado después de todo.