Colombia ha elegido "Si" o "No" al acuerdo de Paz
Siempre he sido un pesimista de la vida, de las personas y de la sociedad. Sin embargo he sido un fiel defensor de la vida digna, de la democracia y de la prohibición de la sopa como cena, así sea solo en el plano utópico. Cuando me enteré que mi amado país Colombia había empezado negociaciones con las FARC-EP o las "Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia o Ejército Libre" considerados a nivel nacional e internacional como un grupo terrorista sentí un alivio, no la esperanza ciega que posee un niño antes de abrir su regalo de cumpleaños, o cuando se enamoran por primera vez, no ese tipo de ingenuidad, la mía en cambio era una idea: estamos en Guerra, llevamos más de medio siglo en Guerra, ¿acaso la sola idea de desmovilizar a todos los miembros que por una u otra razón, voluntaria o no, terminaron dentro de dicho grupo sería suficiente para esperar lo mejor?
Niños reclutados, violaciones, masacres, personas desplazadas, miles y miles de ellas, de cada una de esas categorías existen estadísticas, testimonios y numerosos libros, sobra decir que no seré de los que llenan de números una opinión personal, no es un ensayo de la Universidad; pero si quisiera preguntarme ¿Qué nos pasa? ¿A dónde queremos llegar? Hubo una lucha durante varios meses, entre opositores y personas que apoyaban dicho acuerdo que venía haciendo el gobierno junto a los representantes de las FARC desde hace varios años en La Habana, Cuba. Si, fueron unas lindas vacaciones para ellos, lo reconozco, pero no me compete, por lo menos no hoy, hablar de la legitimidad e ironía de Cuba para ser la anfitriona de dichas negociaciones, lo que destaco precisamente es lo contrario: los colombianos, creo que una gran mayoría siempre se han sentido excluidos de la vida Política, un error que desde el Gobierno Escolar que se instaura en las escuelas ha tratado de remediar sin resultados. Los colombianos hablan de Política, hablan de los políticos, de las campañas, de las desviaciones sexuales de ellos, de lo religiosos que son, de lo que han engordado o han emblanquecido su cabello desde que fueron electos, sin embargo los colombianos son apáticos, es un germen, tal vez algo en nuestro ADN nos ha hecho llegar a márgenes tan alarmantes de abstencionismo de más del sesenta por ciento, no nos gusta la política, pero les decimos "Doctor" al que llega al Concejo, "Licenciado" al que le hace los encargos al Alcalde, somos un país raro.
Aquellos que apoyaban el "No" estaban llenos de miedo, pensaban y lo seguirán haciendo, que al obtener algún beneficio político y/o económico estas personas que buscaban reintegrarse a la sociedad sería suficiente para que Colombia se convirtiera en un país "Comunista" o "Castrochavista" ¡Vaya palabra! que pagaríamos millones en sueldos a estos personajes, como si hacer la Guerra en este país fuera gratuito. Personas influyentes, pastores de iglesias, la señora de la tienda, todos los que hablaban del "No" hablaban de un "País ateo" de un "País vendido" entregado en bandeja de plata a los terroristas, yo pregunto: ¿Comprenden qué es una Guerra? parece que no, Colombia está llena de odio, pero sobretodo de apatía, pereza, desinterés, no comprendimos que las FARC no se rindieron, el Presidente tampoco, solo buscaban una alternativa, tranquilos compatriotas hay muchos más grupos armados con los cuales podríamos habernos matado.
El acuerdo no es perfecto, sería absurdo decir que lo era, pero valía la pena leerlo, lo que proponía, soñar con esa remota posibilidad que esta vez lo consignado en el papel se hiciera realidad, ahora Colombia queda como hace ocho años, mientras el margen de diferencia es ridículo, mientras las personas que se emborracharon el sábado por la noche, violando la "ley seca", se recuperaban de la resaca, mientras Ex-presidentes celebran la "Victoria del No" cuando lo único que les importa es no haber sido ellos los que lograban dicho acuerdo, hoy Colombia eligió, pero lo hizo sin sentarse a pensar en las generaciones perdidas ni en las futuras, tal vez en unos diez o veinte años, nos sentemos a tomar un buen café y pensar: "¡Rayos, debimos haber votado por el Sí!"