Las letras del amor
(Basado en la novela "Amor se escribe sin hache" de Enrique Jardiel Poncela)
Recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón
(Eduardo Galeano, "El libro de los abrazos")
Solo las cosas importantes llevan H. Y ahí es donde el amor es entonces la simpleza del ser humano que no sabe porque existe el verbo amar. Porque el hombre es el ser más ingenuo de la Creación, y donde la mujer pone cálculo, él no pone más que simpleza[1]. No existe un confín de recuerdos mientras no haya la solución verídica que responda a la cuestión de buscar un extremo de amar cuando realmente no existe tal cosa, el amor lo es todo, y puede existir un extremo en alguna de sus partes. Sería como si se escuchara el poema de versos que se jactan de risorias situaciones que convencen a la risa y al dolor. El paradigma del amor ha enigmatizado hasta el brillo de las estrellas. Enrique Jardiel Poncela es demasiado explícito, la doble cara del amor, una palabra de cuatro letras, las que son el número de caminos que tiene este sendero.
De las elecciones posibles, el primer camino es aquel que idiotiza y paraliza cada noche a un bohemio; el segundo detalla como en este caso los aspectos más lindos o los que le parecen absurdos de un relato de falsas historias de amor; el tercero y algo cansado aprender del otro y desbaratarse buscando en alguien más enamorarse de uno mismo, y el cuarto: aquel del que "Amor se escribe sin hache" nos habla. En años pasados: "En recompensa a cuanto la hice sufrir; como recuerdo de los años felices en que vimos el amanecer juntos y para que al leer este libro en alguna ciudad remota comprenda que no he olvidado mi promesa." [2]Se juzga la magnitud de una verdad convertida en mentira, la realidad que ansía ser real y las metáforas del amor que no llegan a cumplir la expectativa de quien ama. Burlarse del amor es entrar en un supuesto libro de los abrazos donde ninguno de los brazos disponible son el letargo de un descanso.
"La maravillosa y exquisita "Nez-en-Lair", cuyo perfume predilecto compré muchas veces para poder recordar en la ausencia sus ojos melancólicos."[3] Casi siempre marca como en este caso, la ruta que inicia el fin de una hipótesis "Un hombre debe querer a una mujer porque solo así se cumple su naturaleza de amar[4]" y es así que en las entrelíneas del libro se encuentra este pequeño fragmento que explica el por qué Enrique Jardiel Poncela ama su manera de explicar a una mujer y es que con esta frase: "No obstante, lo común es que me haga reír ver llorar a las mujeres. Y que me haga llorar ver reír a mi hija."[5], se nota aquí el inicio marcado del machismo, de la manera en la que amó a una mujer, ahora ama que pueda defenderse de ella a través de sátiras y sarcasmos que denigran su postura y prototipo de ejemplo a seguir.
No es bueno ningún extremo, entre los más esenciales "amar", es lógico que este libro sea el reflejo risueño de una realidad irracional. "No había una vez una chica, ni erase una tarde de verano, mucho menos sucedió en un bosque encantado ni en la mansión más conocida, tampoco era una princesa... Su historia era otra..."[6] historia que Jardiel Poncela se encargó de convertir en una realidad no muy lejana de la verdad. No existen citas textuales que cohíban el sentido de proponer hablar de la mujer como un instrumento de elogio y pasión. Jardiel oculta su sentimiento en un atracón sin medida de ofensa para quien amó, lo amó y ahora ama que lo haya amado alguna vez. La risa en Jardiel se vuelve con frecuencia mueca que oculta un sollozo.[7] Refugiarse en el sarcasmo de una imagen absurda es solo un mecanismo de defensa, solo cuando alguien nos ha hecho daño podemos enfrentar el dolor desde una perspectiva ajena, porque uno tiende a desprenderse.
Finalmente, la estética del aparecer como recuerdo o como simple ínfula de cohesión frente a la adaptación del ser humano, hace que los prototipos creados por este sean la manera de defenderse del estereotipo de banalidades que son el mero miedo de enfrentarse a un sentimiento, ya sea odio, amor, dolor o algún eje asintomático que como a Jardiel lo hizo hablar de "Amor se escribe sin hache" no porque sea algo para despertar, sino para que esto ayude a la mujer a conocerse a través de cómo la conoce un hombre en toda su experiencia carnal. El hombre no sabe de sentimientos sencillos pero profundos, sino de apariencias simples y que no transmiten nada. De lo dicho anteriormente, la caballerosidad es el instrumento de abrir los ojos a la realidad de un cúmulo de respuestas que son los paradigmas de un problema social: el machismo que en este ensayo se plantea como un efecto del amor al extremo, el machismo mediante este ensayo significa el sollozo de un corazón herido, cuando un hombre ama, realmente no ama, solo deja de amarse, por eso se pierde en el intento y aprende a amar.
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS:
- GALEANO, E. El libro de los abrazos. Ediciones "La Cueva".
- * Solodelibros. (24 de Noviembre de 2010). Solodelibros. Recuperado el 05 de Febrero de 2015, de http://www.solodelibros.es/24/11/2010/amor-se-escribe-sin-hache-enrique-jardiel-poncela/
- [1] JARDIEL PONCELA, Enrique. "Amor se escribe sin hache". Pág. 257
- [2] JARDIEL PONCELA, Enrique. "Amor se escribe sin hache". Pág. 1
- [3] JARDIEL PONCELA, Enrique. "Amor se escribe sin hache". Pág. 1
- [4] CHICAIZA, Abigail. "Su historia era otra". Pág. 2
- [5] JARDIEL PONCELA, Enrique. "Amor se escribe sin hache". Pág. 26
- [6] CHICAIZA, Abigail. "Su historia era otra". Pág. 1
- [7] Solo de libros. Blog de reseñas de libros y autores.