De Herodes a Pilatos
Uno de los argumentos que se han esgrimido en contra del plebiscito para la paz, que así se llama, ha sido el hecho de que se entregará el país a las Farc. Yo me he preguntado largamente sobre ello y he llegado a una serie de conclusiones peregrinas.
Entregar el país es una aseveración contundente, pero en este caso más peregrina que mis conclusiones. Para poder entregar un país se debe tenerlo por completo, y si algo tengo claro, es que el país está más repartido de lo que puede. Los grandes terratenientes poseen un tanto de la Colombia verde, las multinacionales otro tanto de la Colombia productora, las mineras ora las tierras de la Colombia mineral, el crimen organizado ora la Colombia violenta, los políticos a la Colombia institucional y así cada quien tiene en sus haberes el pedazo que les interesa; me pregunto cuál de esas Colombia es la que les van a entregar a ellos que ya son dueños de la Colombia silvestre y olvidada por la institucional.
Los acuerdos a los que se lleguen después del plebiscito, el cual tendrá un sí rotundo como resultado -bien he aprendido que la maquinaria y el estado sí funciona para lo que necesita funcionar- nada me turba, ni nada me espanta, como diría Santa Teresita. Eso va a ser una guerra de otro orden por unas elites en disputa del poder político en contra de una nueva fuerza política con gente extraña calzando botas pantaneras. Lo que se pugne ahí es lo que se han llevado los mismos siempre, así que con esos empréstitos no se debe contar desde ya. Ni para la educación, ni la salud, ni la ola invernal, ni la sed centenaria en la Guajira.
Otro elemento que llama la atención y que va por ese mismo orden de ideas, es la vil manipulación de unos y otros para hacernos creer que aquí hay dos bandos de buenos y malos y que los del sí, de alma grande y con un corazón ahíto de perdón, apoyan y están del lado del gobierno que propugna por la paz, y en el otro lado están los guerrilleros, esos que son unas lacras sanguinarias y beligerantes que solo quieren aprovecharse y han matado, y han violado, y han extorsionado, y mienten, y se ríen y se congratulan.
Pintan un panorama "claro como una lámpara y simple como un anillo" pero en este caso la noche no es "callada y constelada". El plebiscito para la paz sí es la comprobación de la intención de la ciudadanía para que se termine o no un conflicto a partir de unas prebendas superlativas, si se quiere; pero que nosotros como ciudadanos seamos parte de uno de los dos extremos es una total mentira. El gobierno está en un lado del ring, preferiblemente el de la derecha, y las Farc a la siniestra, nosotros, mientras tanto, en el medio al vaivén de olas aterciopeladas por balas y discursos yendo de un lado a otro, de Herodes a Pilatos y de Pilatos a Herodes como siempre ha sido. No nos dejemos manosear sin saber para qué es la cosa. Al menos seamos conscientes que nos manipulan, que nos comience a gustar el embeleco ya será asunto de cada quien. No somos parte de nada, estamos y seguiremos estando solos embebidos en el fútbol y los reinados, como el enamorado que toma para olvidar su pena.
Los que están a favor del "no" no sé qué tanto les preocupa. Que a la cabeza esté un guerrillero o un cachaco de marras con abolengo y librea es lo mismo. No nos vengamos a engaños y queramos comernos la mentira que vivimos en un estado social de derecho, libre, laico y democrático, en un ágora custodiada por las leyes y los ideales de los adalides de la patria, hombres castos y celosos de proveer lo mejor para nosotros, pobres parroquianos que vivimos a oscuras sedientos de la luz que ellos, valientes y pródigos, nos ofrezcan. El estado tiene las manos rojas, fue el estado de las bananeras, el estado ladino que asesinó a Guadalupe Salcedo, el de los cientos de crímenes a opositores, el estado que roba, el estado de los falsos positivos, el estado de rescates sanguinarios a palacios, el estado que calla... Aquí no hay David y Goliat, esto es Alien versus Depredador y nosotros corra que corra para no caer víctimas del enfrentamiento. Ah, pero con la posibilidad en este momento histórico de decidir si queremos vivir la moda de la paz o ser tan mainstream para seguir en esa guerra tan ordinaria y desprolija.