La música, por lo general, ocupa un espacio muy importante en nuestras vidas. La canción que elegimos para la fiesta de egresados, el tema para nuestro cumpleaños más importante, la música que escuchamos cuando vamos a hacer un viaje y queremos acortar el tiempo, la música que nos hace pensar (o "nos deja" pensar), etc.
También está la música que nos aburre tremendamente, la que odiamos y le buscamos razones objetivas para explicarnos y rara vez encontramos. Hay algunas canciones que nos unen con grupos definidos, que nos hacen sentir esa emoción y esas cosquillas en el cuero cabelludo.
Pero esto, ¿es suficiente para decir que la música es en sí misma, poderosa? No. La música no tiene ningún poder sino el que le asignamos, consciente o inconscientemente. Las escenas fundantes de nuestras vidas se nos graban con sonido y todo, las situaciones se asocian a esas canciones y no a otras a fuerza de repetirlas y/o de causar una gran impresión en nuestras mentes y cuerpos. Tal o cual canción es nuestra elegida porque tiene tales o cuales palabras que nos movilizan, y estos efectos suelen quedar en la oscura inconsciencia.
Podemos, sin embargo, tomar el asunto por el mango y descifrar los mensajes que se ocultan detrás de cada apreciación musical, y consecuentemente, utilizar deliberadamente esta información para beneficiarnos. Conocer es el primer paso y aplicar el conocimiento, es el segundo; allí es donde está el verdadero poder de la música.
Ideas no pensadas
Hay tipos de música que transmiten información concreta. A veces son emociones como el amor o la ira; y otras son ideas abstractas, como el heroísmo y el coraje (la llamada música épica es un ejemplo de ello). A veces sentimos afinidad con esta música, otras veces no, y esto también es información: ¿Qué nos provoca? ¿Qué nos "hace" pensar o sentir?
El himno nacional es un ejemplo. Sí, amamos nuestra cultura y la respetamos, y escuchar el himno nos envuelve en esa sensación de gloria y solemnidad cada vez. Pero esta experiencia, mil veces repetida en la escuela, es una semilla que puede ramificarse en muchas ideas, algunas buenas, otras no tanto. Ideas referidas al "ser" argentino o de tal o cual país. Hete aquí que la coherencia interna entre ideas es algo que a veces no controlamos, y sostenemos ideas que no elegiríamos si nos hubiesen preguntado antes de adquirirlas. Así, las ideas se van pegando unas a otras en la mente, y cuando surge el momento, las decimos todas juntas: la Argentina tiene un pueblo único, porque se manifiesta, porque la educación, porque en otros países no, porque "la actitud del argentino", y "lo atamos con alambre" y funciona, y nos adaptamos por las crisis todo el tiempo, y el chiste del alemán, el español y el argentino, que tiene la vaca atada. Aquí hay muchas cuestiones que trabajar.
Pero el punto es: cómo se trabajan y qué tiene que ver la música. La música es, como los sueños según Freud, una puerta abierta al inconsciente. Qué música nos gusta, qué música detestamos, qué canción empezamos a cantar, sin pensarlo, en esa situación particular.
Hasta aquí, la sartén sigue autogobernada y ni remota idea dónde está el mango.
El punto de apoyo para mover el mundo
Esas ideas, emociones, imágenes que estamos percibiendo al cantar o escuchar esa música especial, es lo que es en el momento actual. Es lo que es, en nuestra mente. Y está gobernando nuestra forma de interpretar el mundo, de sentir en consecuencia, y de actuar en consecuencia. A veces inconscientemente, otras veces deliberadamente. Pensemos en este proceso como un tren yendo desbocadamente por un carril.
Y por otro carril, más calmo, con estaciones y todo, van nuestras decisiones. Las decisiones respecto a lo que queremos pensar y sentir. Aquello que, poniéndonos estrictos, es lo que está más de acuerdo con nosotros.
Por ejemplo: cuando escuchamos el himno a las doce en la radio podemos pensar deliberadamente en Latinoamérica, en el mundo entero, en la libertad, en conocer y compartir valores culturales. Esas ideas van ingresando al sistema y ramificándose controladamente hacia lugares más acordes con lo que queremos pensar, cómo queremos entender las cosas, como queremos sentir el mundo y actuar en él.
Y ahí está el mango de la sartén, el punto de apoyo para mover el mundo, diría Newton. No estaremos conscientes todo el tiempo de las ideas que se están sembrando en nuestra mente, pero podemos acceder a ellas para modificarlas. A través de los sueños, los chistes, y también, la música.
Si No lo sabe, cante - Análisis verbal
Frente a un conflicto o duda:
- Cante lo primero que se le venga a la mente. Lo primero. ¿Qué parte de la letra no para de repetir? ¿Acaso hay alguna parte que no pueda recordar y le genere un nivel moderado a alto de frustración? En caso afirmativo, busque la frase que le falta.
- Piense: qué actitud es la que predomina en la frase, qué tiene para decir del conflicto, y si brinda o no herramientas para solucionarlo o pensarlo desde otro lugar. Puede que lo haga y puede que no; si no lo hace:
- Dé vuelta la frase o la actitud implícita hacia una más beneficiosa (negar la frase, cambiar un adjetivo por el opuesto, etc.).
Nota: es importante que la canción dispare sensaciones de disfrute, de descarga. Si no es así, deje el ejercicio y haga otra cosa. En cualquier momento del día vendrá otra canción a la mente que cumpla este requisito.
Tome decisiones con la mente al 100% - La química y la música
Una forma de encarar una toma de decisión difícil es dejándola en suspenso y bailar un buen rato. Químicamente, nuestra mente estará más preparada para exprimir su creatividad al máximo; y emocionalmente, nos sentiremos más confiados y preparados para afrontar las consecuencias. El estrés disminuye nuestra capacidad de pensar las crisis como oportunidades y sacarle el mejor provecho a la dificultad. En este estado químico, la mente sólo tiene en cuenta de manera pesimista todo lo que puede fallar, y el clima emocional predominante es el miedo. Un buen rocanrol no nos quita objetividad respecto al problema, sólo nos lleva a una mejor versión de nosotros mismos.