El hijo de Aracataca parece ser la insignia de un país abandonado y violento como este. ¿Será cierto que nuestro único premio nobel es en realidad el colombiano más ilustre que haya podido brindar esta tierra?
García Márquez por años ha sido la insignia oficial del orgullo patrio y la colombianidad. Con una obra impecable, una prosa realísticamente mágica y un nobel a cuestas, es difícil imaginar que no sea una persona destacada en verdad, pero, ¿es el colombiano más ilustre de todos los tiempos? A dos años del deceso del nobel aun es incómoda la crítica, sin embargo, la verdad siempre debe encontrar las formas de abrirse paso entre tinieblas de adoración e ídolos de barro.
Es cierto que el trabajo de Gabo es una obra maestra en sí. Su realismo mágico influenciado por obras como Pedro Paramo de Juan Rulfo, y su prosa impregnada de Faulkner le concedieron el título de maestro. Su novela insignia "Cien años de soledad", además de valerle el nobel, le concedió fama y respeto internacional, y su participación en el grupo del Boom Latinoamericano, junto a personajes como Cortázar, Borges, y Vargas Llosa lo catapultaron a figura de veneración. Pero más allá de la obra, de la cual no se discute su calidad, ¿es enserio Gabo el rostro de Colombia?
Durante los meses después de su muerte se hizo evidente que para gran parte del país si lo era. Los colombianos se rasgaban las vestiduras por la pérdida del maestro, y evocaban los versos de sus novelas y cuentos cuando todos sabemos que la mayoría de ellos no habrán leído el primer libro de él. Gabo se ha convertido lastimosamente en parte de esos ídolos de barro que los colombianos levantan para hacer de cuenta que el país no está bañado en violencia sino que es tan solo magia y alegría. Se convirtió en la selección Colombia pero en formato intelectual, y la pasión misma desborda la razón, llenando los corazones de sangre colombiana y exaltando ese orgullo de tierra linda, trabajadora, mágica. Colombia se convirtió en Macondo y nosotros en realismo mágico, así como la selección de futbol nos vuelve a todos hermanos y fanáticos. Pero temo que las cosas no son tan simples, y así como además de futbol existen muy buenos deportistas de otros campos en el país, en la literatura hay mucho más mundo que el del mágico Macondo, y hay personajes que merecen igual respeto que Gabo.
Todo lo que se vende en el exterior sobre Colombia en este momento es García Márquez y vallenato. Un autor prolífico y grato, y un género musical autóctono y muy querido en el país, sin embargo, ¿en realidad podemos resumir Colombia a eso? ¿Dónde están los bambucos, la cumbia, la música llanera, la guabina, la carranga? ¿Dónde están los llanos superfluos y la sabana plana e infinita, las montañas, los páramos, los pantanos, la selva, las cordilleras, las estepas? Vivimos en un país tan fuertemente regionalista, tan diverso y pluricultural, que es muy difícil encasillarlo en una sola insignia. No obstante, la cultura del caribe con su gran diversidad artística ha logrado tomar ese puesto de representante, algo que solo nos divide más como nación y que no representa de ninguna forma el ser colombiano. Colombia no es solo Gabo, Colombia tiene diversos rostros que ofrecer y mostrar al mundo.
Estamos henchidos de orgullo por la categorización de un premio como un nobel, que opacamos la diversificación de artistas que no han podido ser reconocidos internacionalmente porque son enviados al olvido cuando el pueblo colombiano erige ídolos de barro, como el caso de García Márquez. Tenemos tanto que contar, que mostrar, tantos maestros perdidos en las aguas de una sociedad sin memoria que olvida al que no puede triunfar, incluso si es talentoso. La disputa con Gabo no tiene que ver con su talento, indiscutible en verdad, ni con su obra prolífica, mucho menos con su identidad política o su lugar de nacimiento, todo radica en que su figura se ha impuesto de tal forma que ha tapado el sol de artistas que quisieron también brillar con su propia llama, y que se calcinaron en el intento. Basta decir que este fenómeno es culpa de los medios y la creación ficticia que ha creado el pueblo colombiano alrededor de la figura de Gabo, que del mismo García Márquez. No se discute su decisión de irse del país, decisión más que sabía ya que lo estaban persiguiendo políticamente, ni su despego nacionalista, mucho menos porque no le construyó un acueducto a la gente de Aracataca. Lo que se pone sobre la mesa es la idea de que solo un escritor, un solo rostro, sea el todo de lo que somos, o podemos llegar a ser.
Hay que leer, y leer más allá de Gabo. Indudablemente sus libros son lectura fundamental, sin embargo el que quiera descubrir a Colombia debe mirar todos los ángulos, y conocer todas las verdades. Grandes personajes desde la filosofía como Estanislao Zuleta, Fernando González. Los poetas malditos como Julio Flórez o Claudio de Alas. Las obras de José María Vargas Vila o Porfirio Barba Jacob, y así infinidad de artistas que muestran Colombia de igual forma que Gabo y sin embargo, sus obras descansan olvidadas en las estanterías de las bibliotecas y en las viejas mentes de los intelectuales de épocas pasadas. Un nobel, aunque un gran honor, no es razón suficiente para representarnos, porque han existido muchos más, que también la sudaron, sangraron y lucharon, tanto con su obra como con su vida, para ser llamados así mismos el colombiano más ilustre.
Eso sí, y para el pueblo colombiano, perdónalos Gabito porque no saben lo que leen, ni qué hacer ello.