Busque trabajo, pero no lo encuentre
Después de ocho meses buscando, enviando hojas de vida, viviendo de la caridad (decepción mal disimulada) de mis papás, viendo películas, aprovechando la cuenta de Netflix de mi ex, después de tanto... ¡Al fin! Una empresa llamó y pasé el proceso de selección. Estoy en las últimas. ¿Quedaré? Ojalá, le digo a todos. -Que no-, completo en voz bajita. No, ya no quiero trabajar. La he pasado bueno haciendo nada, no puedo negarlo.
Esta etapa de sabatismo está subvalorada: uno tiene las ventajas de ser niño en vacaciones, sin preocupaciones, sin problemas, con toda la vida por delante, pero con las ventajas de la adultez relativas a hacer lo que a uno se le antoje, como quedarse viendo películas toda la noche y dormir durante el día.
¿No se le ha ocurrido a nadie que eso de trabajar no es para todo el mundo? Y antes de que lo piense, no, no me da pena vivir de la plata de otros. No me incomoda pedir y no podría ser más feliz sabiendo que nada de lo que tengo es mío.
Sí, soy un vago, critíqueme. Pero seguro que al menos la mitad de la crítica destila pura y física envidia de saber que yo tengo todo lo que usted tiene (o más) y no he movido un dedo para ganármelo.
¿No es eso lo que nos molesta al ver niños ricos en carros último modelo? Saber que no fue el esfuerzo de ellos el que los subió ahí. "Niños de papi", les decimos con desprecio. Pero es solo rabia de saber que nuestro papi no es de los que regala carros caros.
Mi papi al menos me da techo, comida e internet. Y yo no quiero que me dejen de dar eso, tendría que ser muy bruto para irme a sufrir alegando una falsa independencia que no tiene nada de utilidad práctica. Imagínese que no le hubieran dicho nunca que la gente feliz está picha en plata.
Imagínese, por un momento, que las películas mostraran con orgullo al hijo relajado que disfruta la vida y se alegra de que alguien vele por él, y que nadie piense mal y que nadie le haga reflexionar para que al final se vuelva "productivo para la sociedad".
Es más, imagínese que no le hubieran dicho nunca que hay ropa de marca ni restaurantes costosos ni celulares con pinta de tablets acomplejadas. Imagínese si supiera ser feliz con lo que ya tiene asegurado.
Mediocre, me lo imagino diciéndome. Pero no le voy a decir mentiras. Me ha perseguido un sentimiento de zozobra que no lograré quitarme de encima hasta que me llamen a decir que han decidido seguir el proceso de selección con alguien más afín a la vacante.
Hombre, es que eso de trabajar de ocho a seis de lunes a viernes lo deja a uno pensando (por ahora, porque después se mama uno la juventud en ésas y lo de pensar se vuelve un lujo), y no me llama la atención ni un poquito.
Además, ¿para qué quiero, de verdad, un trabajo? No puedo ni expresar la flojera que me da pensar en una oficina, llevar almuerzo en coca y subirme a un bus atestado en la mañana pensando solo en la hora que me suba al bus atestado de la noche. Qué pereza. Ya lo imagino a usted, alma caritativa, preocupado por mi bienestar y mi futuro: ¿de qué va a vivir? Sus papás no le van a durar toda la vida. Pues hermano, qué le digo. No tengo idea.
No se me ha ocurrido la idea maestra que me haga millonario, todavía estoy trabajando en eso. Digo "trabajar" en sentido figurado. Porque eso de trabajar... No. Solo no.
Esta sección contiene notas humorísticas y satíricas que no corresponden a la realidad. Podría no ser apto para menores de 18 años, se recomienda discreción.