Relatos Salvajes: Lágrimas y risas
Una película de Damián Szifron
Cuando un veneno está vencido... ¿es más o menos dañino?
Escritor y director argentino, de cine y televisión, nacido en Buenos Aires. Formado por un padre amante del cine y una madre que se las gastaba de maga, siendo su padre quien lo involucra en el mundo del cine. Llega en el 2014, luego de un amplio recorrido a través de la televisión, el momento de su aparición profesional como director de cine con su muy reconocida película "relatos salvajes", coproducida por los hermanos Almodóvar.
Esta película, en su origen, se pensaron y escribieron como cuentos por parte de Damián con apoyo de su padre Bernardo Szifrón, quien en el 2013 fallece. Fue luego de terminar los escritos que Damián se percata de la relación temática que existe entre sus personajes, por lo que decide unirlas y trabajarlas para una película.
Damián Szifrón hila seis historias distintas por medio de un único tema: la venganza. La forma en cómo somos capaces de perder el control ante una situación desesperante o de enojo ante la injusticia o impunidad.
"Hay escritores o directores que son grandes observadores de cómo la vida es. Yo pienso en cómo me gustaría que fuera. O por qué la vida no es como a mí me gustaría." Damián se muestra como un director observador, emocional e imaginativo, comprende el peso que tiene la vida misma, y ordinaria, como elementos primarios del proceso creativo en el mundo del arte. Las historias que forman parte de esta antología son hechos que lo han aquejado, y en varios casos, que ha vivido. Sabe y conoce el accionar humano ante situaciones que nos llevan a perder los estribos, esos momentos en los que el ser humano se entrega a su lado más primitivo, mismo que se nos ha enseñado a dominar, pero que al final de cuentas no deja de pertenecernos.
Pero más allá del fondo, la película es una cátedra de lenguaje cinematográfico. Conoce la estructura formal que guía, de forma básica, la concepción de una obra, y la reinventa.
El humor como parte del drama, el suspenso y el terror, son los ingredientes con los que Damián Szifrón decide jugar para crear una impactante película de humor negro que sobrepasa la superficialidad de la comedia.
Cargado de una fuerte sátira, la película se enriquece de observar las situaciones ordinarias en la que cada personaje se encuentra inmerso. En la fórmula de Szifrón no se encuentran contempladas las risas forzadas, el gag predecible o la comedia absurda, y si aparece, no forma parte de la comicidad degrada, sino de aquel que mantiene viva a la sociedad, del que la lleva a pensar y reflexionar sobre el contexto y la vida misma.
El deterioro del cine lleva un fuerte peso en los estereotipos y reglas creadas para la elaboración de un género cinematográfico; fórmulas que se han tomado como referencias en escuelas y libros de cine que rigen y decapitan la imaginación del creador. Dichoso aquel que profana este tipo de educación, bienaventurado el creador que la retoma con ansia y vigor imaginativo para su creación. Y esto lo intuye Damián, las normas que dictan la comedia actual fueron borrados para ser replanteados a través de su propio lenguaje; primeros planos, claroscuros, deformación en los rostros de los personajes, caso omiso a finales felices, no es moralizante o educativa, la situación dramática en la que el personaje se ve inmerso son los que detonan el humor en las consecuencias finales.
Hay una poca utilización de los diálogos, pero colocados de manera inteligente, siendo éstos gran parte del peso en las historias, mismo que funcionan como hilo narrativo, entre una escena y otra. Conecta la acción con la emoción del personaje, lo cual provoca y reta al espectador para mantenerlo atento a la pantalla. Al final el director logra su objetivo, somos personas ordinarias inmersos en circunstancias de la vida diaria, en una sociedad retratada en 120 minutos.
Si la creación no invita a trabajar el pensamiento, el humor está perdido y la obra no es más que una herramienta de entretenimiento y diversión banal.