El 29 de septiembre del año 2006, transcurrió el segundo día del primer Congreso Mundial de Nutrición y Salud Pública en Barcelona, España. A las 3 de la tarde de esa jornada en el Hall "A" del Edificio Fórum de la ciudad, abrió la sesión: "Advancing International Public-Private partnerships for healthy nutrition and well-being" (Avances en las alianzas internacionales de sectores públicos y privados para la nutrición y el bienestar).
En esta conferencia, profesionales que representaron a organizaciones públicas y privadas de Estados Unidos, Bélgica, Holanda, Francia y Suiza fueron invitados para presentar los progresos de la relación entre los entes gubernamentales y empresas productoras de alimentos en lo que respecta a promoción en materia de salud y nutrición. Específicamente, en lo que a mercadeo y comunicación se refiere. Esto como consecuencia de la preocupación reciente por el aumento de cifras de morbimortalidad de enfermedades crónicas no transmisibles en adultos y niños.
Al finalizar dicha sesión, se dio a entender que los avances fueron positivos y que muchas compañías productoras de alimentos tomaron responsabilidad social, promocionando la salud a través de la financiación de campañas educativas masivas. Esas campañas fueron propuestas por entes gubernamentales relacionados con la salud pública y nutrición, por lo que, además, se concluyó que faltan pasos por cumplir.
Lo particular de esa conferencia va más allá del contenido impartido y de lo concluido. Ciertamente, lo dicho no se aleja mucho de la realidad, pero todo lo mencionado movió los sentimientos y las emociones de uno de los asistentes de la charla. Se trataba de Geoffrey Cannon -un especialista en nutrición que representaba a la Asociación Mundial de Nutrición y Salud Pública, una organización sin fines lucrativos fundada en Brasil-, quien enérgicamente se levantó en la sesión de preguntas y respuestas a discutir con los presentadores.
Él hablaba en inglés y la discusión fue traducida simultáneamente al español con la misma fuerza, sorprendiendo a muchos individuos de la audiencia: "Ustedes (dirigiéndose a los representantes de empresas alimentarias) son lobos vestidos de ovejas, pretenden contaminar a la gente con su comida procesada y luego responsabilizarse a través de la financiación de programas de salud (?) Este hecho se ve claramente en éste, un congreso mundial de nutrición, donde uno de los principales financiadores es la Coca Cola Zero®, un refresco aparentemente inocuo y sin calorías (?) Señores, gaseosa con calorías o sin calorías es lo mismo, hace el mismo daño (?) Aquí vienen individuos de todas las partes del mundo para aprender de nutrición y son recibidos por la gente menos indicada, son bombardeados con publicidad de alimentos pocos favorables a la par de charlas que pretenden conversar sobre nutrición y alimentación saludable (?) Las organizaciones relacionadas con la salud pública también son engañadas, al recibir dinero de estas empresas (?) ¿Por qué se necesita el dinero de estas empresas para financiar congresos de nutrición?".
En ese mismo congreso, otro de los grandes auspiciadores fue la Nestlé®, con su línea de fórmulas infantiles y otro de los comentarios que más llamó la atención fue el de una asistente de origen venezolano. En una discusión abierta, que inicia luego de otra de las conferencias, su argumento partió de la misma base del señor Cannon: "En este Congreso Mundial de Nutrición en Salud Pública, noto muchas propagandas de fórmulas infantiles y ni un afiche de promoción a la lactancia materna".
Ciertamente, estas reflexiones dejan mucho que pensar y son totalmente válidas. Muchas empresas que fabrican alimentos pretenden en mucho de sus programas publicitarios, convencer a los consumidores de comprar sus productos. Luego, en su "responsabilidad social", osan en financiar campañas publicitarias e, inclusive, a congresos relacionados con la salud y el bienestar, siempre y cuando salga su figura como promotor de dichos actos. Esto hace que inevitablemente e inconscientemente se relacionen también sus productos con salud.
A partir de todo este análisis, surgen las siguientes preguntas: ¿Por qué contar con el dinero de estas empresas para promocionar la salud y nutrición? ¿No debería ser esto una responsabilidad de organismos públicos? ¿Dónde está el presupuesto gubernamental destinado a la prevención de enfermedades? ¿Por qué los gobiernos no utilizan medios masivos para promocionar la instauración de hábitos y conductas alimentarias saludables por medio de ellos mismos? ¿Acaso las empresas productoras de alimentos procesados son las únicas responsables del incremento de cifras de enfermedades crónicas no transmisibles? ¿Por qué la obesidad es un fenómeno con bastante prevalencia en estos tiempos, en los que se supone que la comunicación debe ser instrumento de solución?
Para concluir, resulta importante acotar que, a raíz de todo esto, los seres humanos estamos confundidos. Nunca sabremos qué consumir, si la misma fuente de información nos otorga conocimientos contradictorios que potencian a la anti-salud y a la salud como un círculo vicioso que pareciera no parar.