El tema de la autoestima está ligado en la infancia y en la adolescencia al rendimiento escolar.
Durante doce años o más, el niño en la situación escolar está siendo continuamente evaluado por sus progresos, por sus éxitos o sus fracasos.
Esta evaluación va dejando huellas, difíciles de borrar, en la imagen personal de los alumnos.
Un niño con un buen nivel de autoestima, va constituyendo un sentimiento profundo de confianza en sí mismo, que es la expresión de la sensación de sentirse competente, valorado y, por lo tanto, digno de ser querido.
Un niño con un buen nivel de autoestima establece mejores relaciones interpersonales y es capaz de respetar los principios y las ideas de los otros sin por ello dejar de tener ideales propios.
Un niño que se valora a sí mismo es capaz de trabajar arduamente para conseguir las metas que se propone, porque siente que es capaz de hacerlo.
La familia y el colegio deben tomar conciencia de que el joven buscará aceptación en el lugar donde pueda encontrarla. Las heridas a su autoestima que pueda sufrir en esta etapa no sólo tendrán efectos a corto plazo, sino que durante toda la vida.
La meta del sistema educativo en este contexto, no es sólo que el niño aprenda, sino formar personas que puedan sentirse competentes y que se sientan pertenecientes y aceptadas en su entorno escolar.
La deficiencia de aptitudes y la ineficacia metodológica de estudio, generan una falta de motivación frente a la tarea escolar, y, por ende, un bajo rendimiento que se traduce en una disminución en la autoestima del niño y del adolescente.
Una adecuada intervención de los agentes educativos en la formación de la imagen personal, ayudará a desarrollar un niño con una autoestima elevada lo que incidirá directamente en su rendimiento académico.