Juan Gabriel: un ?dolo de masas que venci? los estereotipos
Juan Gabriel fue un ídolo de masas que iba en contra de todos los estereotipos. En un continente conservador y machista como Latinoamérica, fue la antítesis de la masculinidad enaltecida por las generaciones que le precedieron.
Y sin embargo fue adorado por personas de todos los estratos sociales, edades y sexos.
Juan Gabriel fue un músico con un don enorme que supo tocar las fibras más profundas de millones, incluyendo a muchísimos de sus colegas músicos que le decían maestro.
Hubo una época, no muy lejana, en la que una buena fiesta, de esas que terminan en la madrugada, no podía faltar la música de Juan Gabriel. La gente lo daba por hecho: comida, bebida y Juan Gabriel, sin excepción.
Pero también estaba ahí los fines de semana comunes en los que uno quería sentirse alegre con "El Noa Noa", o cuando las señoras estaban molestas con sus maridos y les tocaban las de Juanga y Rocío Durcal para mandarles un mensaje subrepticio, o no tanto.
Ese jovencito que se dio a conocer en los años 70, con camisas desabotonadas, pantalones acampanados, sin "dinero ni nada que dar", era bien parecido pero nada excepcional. Con el cabello oscuro y la piel morena, era sencillamente un mexicano más, casi tirando a lo corriente.
Su imagen se fue refinando y en los 90 pasó a la posteridad con el vestuario de su presentación en Bellas Artes, una llamativa fusión entre traje de luces y chaqueta de ranchero con cuentas y flequillos dorados que para su época era una excentricidad bastante afeminada. Ya en las décadas de los 2000 comenzó su deterioro físico y subió bastante de peso, pero no perdió el estilo con un aire hindú, acompañado de pañuelos e incluso turbantes. A esta imagen se sumaba su impresionante voz de contralto que llegaba a unos agudos imponentes, aún en sus últimos años.
En los años 70 y 80 dejaba entrever un cierto amaneramiento que se intensificó a lo largo de los años y que confirmó con un histórico "dicen que lo que se ve no se pregunta" en el 2002. Él era consciente de esto. En la serie biográfica "Hasta que te conocí" se abordaba el tema y la voz en off que narraba su historia mantenía su peculiar manera de hablar. Esto provocó burlas y escorna, pero no evitó que la gran mayoría se entregara a su música.
Juan Gabriel escribió unas 1.500 canciones. Algunas muy sencillas, simplonas incluso, como "Buenos días Señor Sol", que parece sacada de un jardín de infancia. Pero también estaban las tonadas tristes ("Hasta que te conocí", "Amor eterno", "Abrázame muy fuerte") y sobre todo las rancheras ("Te voy a olvidar, "Quisiera saber", "Se me olvidó otra vez", "Juro que no volveré"), que provocaban dolor y placer por igual, al grado de estar reservadas como un veneno infalible para cuando uno quisiera llorar y cantar a grito tendido, sin importar si se era hombre o mujer. Porque el dolor en el corazón se siente igual para todos.
Como escribió Juan Gabriel en una de sus piezas: "Me gusta cantar y cantar y hacer canciones que hablen de amor para enamorados, tristes y alegres que hablen siempre con la verdad".
¿Y qué decir de su figura en el escenario? ¿Quién en su sano juicio hace un concierto de seis horas? Juan Gabriel no solo podía, lo deseaba, y verlo en vivo era una experiencia indeleble. La gente se entregaba a todos sus movimientos, coreaba todas con él mientras pasaba del country a la balada, a las rancheras y el bolero por igual. Y nunca dejó de hacerlo.
Ahora que los conciertos difícilmente llegan a las dos horas y a veces no atrapan la atención de la gente que está pegada a sus celulares, o que artistas jóvenes fallan llegando tarde y cancelando, los videos en los que quedaron registradas sus presentaciones deberían ser tomados en cuenta como una escuela.
El último, en Inglewood, California, como parte de su gira "MéXXIco Es Todo Tour 2016", fue apenas el pasado viernes.