Cuando se habla de la Patagonia vienen a la mente distintos nombres de localidades, cada una con atractivos muy particulares. ¿Pero se la piensa como un conjunto homogéneo de lugares turísticos? ¿O se reconocen las enormes diferencias que poseen? ¿Se sabe que es un territorio inmensamente extenso imposible de generalizar? Especialmente aquella provincia que forma parte de una isla dividida entre dos países: la Isla grande de Tierra del Fuego, esa parte separada del territorio continental argentino testigo de una parte fundamental de la historia nacional.
No hace tanto era una tierra recóndita habitada por Onas y Yámanas, dos tribus indígenas que llegaban desde el estrecho de Magallanes hasta Cabo de Hornos. ¿Qué hacía que éste lugar con clima tan adverso fuera la locación predilecta de aquellas culturas tan apasionantes? ¿Qué tiene ahora de especial la capital de esa provincia y sus alrededores que la hace tan atractiva para argentinos y extranjeros?
A tres horas y media de avión desde Capital Federal, entre cumbres perennemente nevadas que dan comienzo a la extensa Cordillera de los Andes, se yergue la ciudad de Ushuaia, la más austral del mundo. Un paisaje de ensueño da lugar a muchísimas actividades, especialmente para aquel turista aventurero hambriento de conocer cada rincón del mundo, por mas inaccesible y fatigoso que pueda parecer.
A pocos minutos de la ciudad se encuentra el camino hacia el Glaciar Martial, un camino entre árboles y arroyos, desde donde se puede tener una vista panorámica de Ushuaia y de las cumbres de Chile a través de las gélidas aguas del Canal de Beagle.
Los alrededores de la ciudad están repletos de lagos escondidos entre montañas a los cuales se puede acceder solo a pie con caminatas de horas o incluso de días, excursiones ideales para el verano. Infinitas historias rodean tanto esos lugares como las costas, con muchísimos naufragios, barcos y playas repletas de animales bellísimos, como los pájaros carpienteros o los Martín Pescador, los zorros fueguinos, los cormoranes y los pingüinos. Muchas otras especies se pueden encontrar también en el Parque Nacional Tierra del Fuego, casi llegando a la frontera con Chile. Esta reserva natural de 63.000 hectáreas une montaña, mar, lagos, turberas y bosque para formar un espacio digno de ser recorrido y admirado.
Dentro de la ciudad hay muchos museos con la historia de la isla, la ciudad, de los pueblos originarios, entre ellos la famosa cárcel ahora convertida en el Museo Marítimo y del Presidio, donde se pueden leer las historias de los presos más famosos, aprender sobre naufragios o misiones a la Antártida, ver obras de artistas locales e incluso observar una réplica del Faro del Fin del Mundo encontrándose el original en la Isla de los Estados, al este de la península Mitre. El museo del Fin del Mundo, localizado en el centro de la ciudad, tiene una interesantísima colección de elementos Yámanas y un gran sector dedicado a la fauna local.
Saliendo de la ciudad y pasando el Cerro Castor, el centro de esquí más austral del mundo, se puede llegar al Lago Fagnano, enorme y bellísimo, bordeado por una ruta que llega hasta el norte de la Provincia, pasando por Tolhuin y Río Grande, las otras dos localidades principales de Tierra del Fuego.
¿Por qué Tierra del Fuego?
En el año 1520, cuando Fernando de Magallanes estaba realizando la primera circunnavegación del mundo, pasó por el estrecho que hoy lleva su nombre. Fue entonces cuando la tripulación observó las grandes fogatas que encendían los Onas (o Selk'nam), que posiblemente frente a la aparición de aquellos sorprendentes navíos buscaban advertir a otros habitantes de la isla sobre el posible peligro.
Anne Chapman, reconocida antropóloga que se dedicó a estudiar a los Selk'nam, explicó que se trataba de una costumbre que se realizaba para dar señales en casos de emergencia.
La gastronomía del fin del mundo
Del mismo modo que las actividades, la gastronomía típica tiene una gran variedad de manjares para disfrutar en cualquier época del año. Los pescadores locales son pequeños productores independientes que realizan su actividad en botes y barcos pequeños, para luego vender ellos mismos su mercancía. Muchos parten desde Ushuaia, pero hay otros que están radicados en un asentamiento pesquero a unos ochenta kilómetros de la capital llamado Puerto Almanza.
La famosa centolla fueguina se vende procesada para consumición inmediata e incluso algunos restaurantes céntricos como el clásico Volver, que se encuentra sobre la calle Maipú, compran las centollas vivas para exponer en una pecera y que el comenzal pueda elegir.
También se puede disfrutar del típico cordero patagónico, característico por su carne tierna de sabor fuerte. Hay numerosos lugares tanto en la ciudad como en las afueras donde se lo prepara, como a pocos metros del Cerro Castor se encuentra el restaurant Las Cotorras, donde es cocido a la cruz.
Esta isla tan fascinante se adhiere a todos los gustos, desde recorridos en 4x4, vuelos personalizados del Aeroclub, mountain bike, kayakismo, embarcaciones con diferentes destinos, senderos inhóspitos hasta esquí y patinaje, trineos, escaladas, canopy y muchísimas más actividades invernales.
Tierra del Fuego es una provincia con ansias de ser explorada por el turista audaz e intrépido, y una gran recompensa aguarda al final de todos esos senderos y aventuras. Temerosos abstenerse.