El prejuicio derivado de un engaño visual
Los engaños de la vista han sido un obstáculo para alcanzar una armonía masiva al rededor del mundo. Incluso en el desarrollo de la ciencia han intervenido muchos engaños visuales que han entorpecido temporalmente el cococimiento. La idea de que la tierra era plana fue producto durante mucho tiempo de un engaño, al principio visual puesto que lo observado a priori daba a entender una supuesta estructura del planeta; y con el tiempo un engaño psicológico, debido a que una vez arraigada la idea que surgió de un paradigma antiguo era muy difícil despojarse de ella. La proposición de que el color de piel y los ojos influyen en la categoría de razas humanas tambien fue en un principio engaños visuales, y lo sigue siendo. Los ejemplos son ínfimos en comparación con los males del mundo debido a esos engaños, pero útiles para hacer una muestra. Esto ocurre muy amenudo porque el ser humano no se proyecta más allá de lo aparente.
Dejarse llevar por lo aparente y darlo por sentado es lo que comúnmente se conoce como prejuicio. Y un prejuicio no solo hace víctima de la ignorancia a quien lo tiene, sino que además perjudica a su contorno y obviamente a otras personas. Un caso particular fue el que me ocurrió hace unos días en la universidad.
Luego de terminar la clase de oratoria me encaminé a la cancha para jugar al baloncesto, ya que había notado que unos muchachos de la mención de Deporte llevaban ese propósito. Yo iba en la retaguardia del grupo. Llevaba, pensé que insignificante y desapercibido, un libro reativamente voluninoso en mi mano izquierda adosado a mi flanco abdominal y una carpeta. También llavaba mis gafas de miope y mi bolso. Cuando llegué a la cancha habían muchos chicos y chicas en las gradas y el rectángulo estaba vacío, esperando por los muchachos, supongo. Unos comenzaron a la lanzar el balón al aro y a ostentar algunos movimientos. Como quedaron otros cambiéndose en el banquillo que estaba en el costado de la cancha yo me acerqué para intervenir en el juego, pero del centro de la cancha y en tono fuerte gritó uno de los muchachos: "Ey, aquí no juegan nerd".
Curiosamente, tanto los que estaban en la cancha como los que estaban en las gradas se rieron. Como de costumbre, permanecí impasible. Yo sabía que ese comentario era un prejuicio y había pensado que lo suprimiría en unos minutos. Pero me equivoqué. El comentario contagió a todos los que estaban en la cancha y no pude jugar. Todos se pusieron de acuerdo para escoger sus equipos, y como no conocía a nadie me excluían en la escogencia. No quise forzar la entrada, me dediqué a observar el juego que todos hacían. El que más jugaba fue el que hizo el comentario, y en cada canasta convertida, su novia y sus amigas anardecían las gradas. Así pues, no jugué. Éso fue un miércoles.
Al día siguiente, cuando escuché el percutir del balón en el suelo por los pasillos de la universidad y que en efecto llevaban a la cancha, me adelanté para estar primero. Mi sorpresa cuando llegué a la cancha es que los que venían a la cancha debieron ser otro grupo, pues ya estaban jugando los mismos que el día anterior y no pude jugar otra vez. Con otro aderezo al vejamen pasado, el mismo muchacho gritó: "Ey, alguien quiere hacer otra cosa que leer". Y todos se rieron. Pero eso no se iba a quedar así y recurrí a una amiga que sin duda me ayudaría a participar del juego. Fui al salón en donde impartían clases de Literatura Hispanoamericana y le dije a mi amiga que saliera un momento. Ella juega baloncesto para el equipo femenino de la universidad y la respetan mucho. Le conté como había sucedido todo y cómo quería que me ayudara para jugar al día siguiente. Me dijo que sí me ayudaría, sin embargo me preguntó: "¿Pero de verdad sabes jugar?" Era razonable, ella no conocía tampoco otra faceta de mí más que la de un lector. Le dije: "Tu misma puedes recibir de mí una asesoría en la cancha". Y me guiñó un ojo.
A medida que se acercaba la hora para jugar también incrementaban mis ganas por demostrarle a todos los muchachos lo equivocados que estaban al emitir un juicio sin fundamento alguno.
Cuando llegué a la cancha ese día viernes por la tarde mi amiga me estaba esperando. "Termina este partido y entramos", me dijo. Y añadió, "y por lo que analizo del juego va a ganar el equipo de tu blanco a pulverizar". Me dijo eso y comencé hacer ejercicio de elongación sin llamar mucho la atención. Ya estaba algo entrado en calor debido a que había trotado del salón a la cancha. Cuando ingresé a la cancha en conjunto con mi amiga o tros tres muchachos, el presumido del equipo contrario que hizo los comentarios peyorativos en veces anteriores volvió a gritar: "Ey, aquí hay alguien que quiere autoburlarse". Y todos se ríeron.
Los primeros en hacer partido fueron los del equipo contrario. Yo no marqué a nadie y me aislé como si de verdad no supiera juagar y el presumido penetró con ímpetu a la canasta. En las gradas aplaudieron. Mi amiga sacó y yo hice de base. Me desplacé muy prolijo hacia el otro lado de la cancha, como si estuviera aprendiendo. Todos estaban viendo. Cuando me marcaron, sin finta alguna, penetré hacia la pintura, el que resguardaba la pintura salió a mi encuentro y lo eludí con un giro, hice el doble paso y anoté. Hubo una leve ovación. Me fui a defender. Allí comenzó mi show. Robé un balón y corrí hacia la canasta, corrí tanto que nadie me alcanzó. Otra ovación. Ellos fallaron en su turno, un compañero raboteó y me hizo el pase. Me comenzaron a marcar desde mi lado del saque. Hice un crossovers (quiebre de cintura) normal para avanzar, me salió otro al encuentro, acudí a la aceleración por la derecha y lo dejé atrás. Y salió a mi encuentro el presumido, el que yo buscaba. Le driblé como un NBA, sin rebasarlo, para que se disgustara. Todos ovacionaban y le inyectaban ánimos para que me quitara el balón, de modo que se inclinó hacia mí e hice un paso de retirada, lo fintié con el Shake and Bake (quiebre de cintura por la espalda). La burla para él fue exponencial. No se amilanó y me siguó marcando mientras yo penetraba, y le hice otro crossover, el in and out (quiebre de cintura de adentro hacia fuera). Se desequilibró tanto que por un momento pensé que se caía. Pero se pudo estabilizar, sin embargo tuve la chance de lanzar porque quedé solo. Mientras lancé miré a las gradas antes de que entrara el balón, al estilo Stephen Curry. La ovación fue estruendosa.
Hice asistencias por detrás de mi espalda. Gané rebotes e hice canasta de reversa. Jugué con un desempeño extraordinario. Driblé con tanto estilo y versatilidad que todos aplaudian cuando tomaba el balón. Por un momento pensé que mi adversario era un mal perdedor y me buscaría conflicto. Pero no, no fue un mal perdedor, pero tampoco se me acercó. Todos le preguntaron que que había pasado, que por qué un nerd vino a hacerle eso. Yo salí satisfecho, porque les di una lección, que pudo ser innecesaria sin la intervención de los prejuicios desde luego. Mi amiga al terminar el partido me dijo: "Epa, ¿cuando me dás una asesoría?". Y yo le dije: "Ya tu pagaste ese clase con tu ayuda". Y hubo risas recíprocas. Cuando salía de la cancha miré a la novia de mi adversario y le piqué un ojo, ella se sonrió.
No sé cuantos pudieron aprender de la lección. Pero poseer esos prejuicios aún formando parte de un contexto académico es abrumante. Yo me fui satisfecho por el desempeño momentáneo de ese partido, pero me quedé muy pensativo debido a que esos prejuicios no se quedan en la cancha, sino que se ramifican a muchos aspectos de la vida cotidiana y sociales. Por consiguiente, evitar los prejuicios, en términos generales, mejoraría considerablemente la convivencia humana en diferentes facetas de la vida, políticos, educativos, familiares, etc. Yo pude defenderme, pero el que en realidad busca divertirse sin un conocimiento previo de una situación se frustaría al notar un egoísmo colectivo y se bloquea para aprender y pasarla bien. Actuar así hace mucho daño a la sociedad. Hay que mitigar con argumentos esos engaños de la vista.