La humanidad sin Filosofía aceleraría su extinción
Si una persona no se encuentra muy lejos de su casa y se queda sin dinero es posible que no le haga falta para regresar a su hogar debido a que hay opciones, o mínimo una opción, para estar a salvo. Si está lejos, hará peticiones de ayuda en transporte público para el traslado ya que en efecto, la mayoría de las veces que nos quedamos sin dinero -y podemos ubicarnos en cualquier contexto-, después de unos segundos de ansiedad e inseguridad, buscamos la manera de solventar la merma. Y aunque siempre prevalecerá la necesidad de poseer dinero para salir a la calle y con obviedad para vivir, podemos optar por muchos medios para su obtención (nunca he pensado ni sugiero que se piense en lo ilícito). Es decir, el dinero se consigue con un mínimo de diligencia. Pero el conocimiento y la sabiduría no.
No podemos entonces vivir tranquilos sin algo de dinero, desde luego, pero podemos adquirirlo pensando, sí, pensando. Lo impredecible de un futuro sin reflexión intensificaría la incertidumbre y la zozobra en el mundo, en cambio lo impredecible de un mundo reflexivo, lo que ha sido hasta ahora, equilibra lo mejor posible nuestra existencia. Si escasea por ejemplo la necesidad de responder una duda o criticar el flagelo de las injusticias sociales mediantes argumentos sólidos, nos llevaría a la hecatombe. Por ese motivo, si se acaban las interrogantes filosóficas en la vida académica se corre el peligro de extinguirnos aceleradamente.
A medida que he avanzado en la carrera de Humanidades, me he ido familiarizando de a poco con la filosofía, puesto que estudiar Literatura ramifica la búsqueda de conocimiento a otras ramas del saber, y de lo minúsculo que he leído de filosofía, he comprendido que la base de toda búsqueda es la duda, una interrogante que nos estimule a responder con ahínco todo aquello que nos inquieta.
En una ocasión, Bertrand Russell escribió con lucidez el elemento que conduce al ser humano al estudio de la filosofía, en un libro que se llama "Retratos de memorias y otros ensayos", dijo: «Los motivos que han conducido a los hombres a convertirse en filósofos han sido de varias clases. El motivo más respetable fue el deseo de comprender el mundo». De modo que la filosofía no solo atañe al tópico de la existencia de Dios y la Materia, y conceptos abstractos que supuestamente no llevan a nada, también alberga en su reflexión a la humanidad y sus inquietudes en general, la desigualdad y las injusticias. Por lo tanto, la polémica que ha habido en España por la posible exclusión de la filosofía como estudio académico en la Universidad Complutense de Madrid porque no hace falta, me causa cierta zozobra intelectual. Estoy muy lejos de ello en ubicación geográfica y de ser estrictamente un intelectual, pero la emisión de esa posible desaparación de los Pensas (plural de Pensum) universitarios se ramifica como un telegrama por todo el orbe.
Obviamente no soy filósofo, pero gracias a los sorbos intelectuales adquiridos hasta ahora, y en general por las obras literarias, mi vida ha sido mejor conducida, y la armonía con las personas de mi contorno y con las que trabo a diario es plenamente satisfactoria. No le atribuyo esa sana convivencia a mi capacidad de hacer dinero, causa principal por el cual quieren excluir de la Complutense el estudio de la filosofía. Claro está que todos pensamos distintos y la tolerancia es la base para establecer la sana convivencia, pero cuando uno desea debatir con inteligencia es necesario acudir a argumentos sólidos y a los hechos, y con franqueza me cuesta encontrar un cimiento firme a las palabras que escribió ALEJANDRO PRADA VÁZQUEZ, articulista de el diario El País de España, en un ensayo que se titula "Las humanidades fabrican inútiles", el 4 de julio del año en curso; palabrás a mi parecer frívolas e inconclusas, pues todo su texto gira entorno a una premisa, escribió:«hoy, ahora, ya mismo, la única manera de no ser un salvaje es perseguir el éxito, y su medida no es otra que la cantidad de monedas y billetes que se puedan acumular con la mayor presteza posible».
Sí, el dinero hace falta, pero no del modo que perdamos nuestro sosiego y juicio. Pero su comentario es un duro desprecio a la filosofía, al pensamiento y a la sabiduría, desprecio que no es nuevo y que su aporte a la sociedad han sido los dogmas y las mentes cerradas y prejuiciosas, y que gracias a la existencia de la filosofía esas ideas erradas han ido cediendo paso a través de los siglos a la tolerancia y libertad de pensamiento. E incluso en el siglo XX fue tan importante la filosofía, que me cuesta asumir que alguien piense de esa manera. Una simple réplica tácita a ese comentario es el magnate Donald Trump, nadie pone en duda que ha sido un hombre exitoso en finanzas, pero muchos se han sorprendido de la escala que ha logrado ascender en la política y están preocupados de que siga avanzando. Eso es una muestra de que hace falta la reflexión para mitigar los desajustes humanos. Y esa reflexión es, sin duda, la filosofía. Y hace falta mucho más en la vida académica universitaria, debido que es donde abre el capullo para distinguirse del resto de la maleza y el trigo, que es este mundo diverso y contradictorio.
En el mismo libro que hice mención en párrafos precedentes de Bertrand Russell hay una anécdota que ilustra la importancia de la filosofía en la vida de un estudiante cualquiera: cuenta que un alumno que él tuvo en Cambridge le había preguntado si era un idiota completo o no lo era, ante esa interrogante Russell le dice que no lo sabe pero que por qué lo pregunta, y el estudiante dijo: «Porque, si soy un idiota completo, me convertiré en aeronáutico; pero, si no es así, seré filósofo». Ese estudiante fue el también filósofo, Ludwig Wittgenstein.
Podemos quedarnos sin dinero y reponerlo con prontitud, pero si se acaban las interrogantes y la capacidad de reflexión nos quedaríamos acéfalos en un mundo de poderes desbordados, propensos a desaparecer unos con otros en contienda.