La mayor sucursal del vaticano en América Latina
"No te vayas a ensuciar" le dice una señora a un niño que está comiendo un churro a la sombra de un edificio. Lleva puesto un traje blanco y sobre él, un babero de color azul y rojo.
La hora marca las diez de la mañana, sin embargo el sol es similar al que arde por el mediodía. Irrita la piel y seca la boca. Aun con estas condiciones, los papás del niño se mantienen estoicos en una fila que da la vuelta al patio.
Una fila que se puede comparar a las de un trámite burocrático. Conformada por niños vestidos de blanco y señoras y señores que visten vestidos y trajes entallados. Esa fila espera a que la ronda de las nueve de la mañana salga del bautisterio de la Basílica de Guadalupe para que sea el turno de sus niños.
Una misa de por lo menos una hora en la que padres y padrinos acompañan a un nuevo integrante de la iglesia católica. Una misa que también consta de un trámite en el que se involucran identificaciones oficiales y actas de nacimiento y una cuota de $150 pesos por criatura.
Este es uno de los muchos servicios que la Basílica brinda. Ofrece bodas dentro de la Basílica con un precio de $3,500 pesos con cantores y arreglos florarles incluidos. O bien misas que deben tener mínimo tres meses de anticipo y acomodarse en un horario de seis de la mañana a cuatro de la tarde.
Tienda de suvenires con rosarios de plata de hasta $3,000 pesos. Imágenes de la virgen de Guadalupe con precios que alcanzan los 20 mil. Fotos del papa Francisco y su reciente visita al país, repujados de plata y madera con alusión a la última cena de Da Vinci. «Ya me pusiste también ese de la virgen. El de color rosita» le manifiesta una señora a una de las vendedoras mientras señala el mostrador.
Desde las limosnas, hasta el confesionario así como los panfletos que instruyen la palabra de Dios, tienen un costo. Nada es gratis en el cerro del Tepeyac. Incluso la comida que está afuera genera un gasto que no todos los asistentes a la Villa pueden costear.
Sin embargo, este pequeño sacrificio lo vale todo. Se sacrifica tiempo, dinero e incluso hasta el físico. Pero todo esto tiene su recompensa y lo vale todo. Todo por estar en la casa de la virgen, la mayor sucursal del vaticano en América Latina.