En Venezuela, ¿A quién le creerá Dios?
Los egos en Venezuela se han mitigado hasta el punto de no percibirse en ningún rostro en la calle, sepultados por el imperativo que la necesidad primordial de un ser vivo demanda: la alimentación. El desabastecimiento de los rubros de alimentación y artículos de uso masivo y la inflación ha mermado la calidad de vida de los ciudadanos venezolanos, de nosotros. Tanto es el deseo de mejorar y salir de ese socavón, que el que reclama una tregua a la crisis ha determinado aferrarse a un ser supremo: Dios.
La mayoría de las personas han cerrado las puertas a los vecinos y los amigos. A muchos les avergüenza recibir una visita porque, después de haber tenido en momentos pasados abundancia para compartir un aperitivo, ahora no hay bocado o un café para ofrecer. Y dos son las adversidades tácitas que han convertido a todos en pobres: la ausencia del rubro y su alto costo. Y conseguir los artículos con precios regulados resulta más complicado que el regreso que tuvo Ulises, el de Homero, a su patria Ítaca.
Y ante el contexto de dificultades, el ciudadano de a pie (casi todos los ciudadanos son de a pie debido a que los repuestos para automóviles tampoco se encuentran o son incomprables) solo le queda hacer plegarias a Dios, porque el único que puede -según los creyentes- arreglar este dicotómico problema es él. Dicotómico porque aunque la plegaria es una, las vertientes de donde salen son dos. Una de las vertientes pide que los gobernantes que moderan el país reflexionen sobre su mala gestión y dialoguen con sensatez, o entreguen el poder para revertir el déficit; la otra vertiente pide para que las empresas capitalistas y acaparadoras cedan los rubros para que el pueblo no sufra.
Ya ninguna de las vertientes tiene fuerzas para debatir sus ideales políticos en la calle, la universidad o en casa, puesto que la falta de proteínas y minerales en sus organismos le restan energías, y el exceso de carbohidratos les tapan la boca e impide emitir un juicio de valor para defender su posición. Y por consiguiente se aferran a Dios para que solvente este problema.
Pero de llegar la plegaria a Dios, ¿Cuál de las dos solventará? Incapaz de saber la respuesta creo que ayudar al más necesitado será también una tarea de reflexión para el juez Supremo. Por ejemplo, si se decanta por hacerle caso al grupo opositor, los del grupo oficialista no estarán de acuerdo con la decisión; y viceversa, si permite la prolongación del poder actual pero las empresas de comercios capitalistas llegan a conocer la empatía para trabajar en conjunto con el gobierno debido a que el gobierno dice que ellos son la causa de la guerra económica, los de la oposición pensarán que la decisión fue rara pero que Él tendrá sus razones. Entonces "vendrá el llanto y la desesperación".
Mientras, yo, con panela y a fogón lento, endulzo un cache (así llaman en muchas partes de Venezuela al café recocido) que encontré en la alacena. En espera, como el Coronel de Gabriel García Márquez, de la buena voluntad. ¿De Dios?