Portugal: Un Inesperado Campeón de la Eurocopa
El deporte tiene estas cosas que lo convierten al unísono en maravilloso y trágico. Hace dos semanas los Cleveland Cavaliers, un equipo que nunca había ganado un anillo de campeón en la NBA, consiguió su primer título a expensas de los ultra-favoritos Golden State Warriors, que eran los vigentes campeones y venían de completar una temporada de ensueño que incluyó superar el récord histórico de victorias en una temporada regular, con 73-9, superando por una el anterior récord de aquellos míticos Bulls de Jordan, Pippen y Rodman.
En la Copa Libertadores, el sacrificado e ignoto equipo ecuatoriano Independiente del Valle eliminó de la competencia a River Plate, el campeón de la edición pasada, y ahora, si mantiene su firmeza y resolución, podría llegar a la final dejando afuera al otro "súper grande" de Argentina: Boca Juniors.
Respecto a esta Eurocopa recientemente terminada, desde el año pasado se podía intuir que iba a contar con un importante componente de épica ternura, cuando confirmaron su clasificación selecciones del porte de Gales, Irlanda del Norte, Albania e Islandia. Incluso la clasificación de Hungría, volviendo al ruedo de competencias internacionales de fuste, tras décadas y décadas de ostracismo tenía un componente de frescura.
Los oprimidos de siempre, los David del mundo futbolístico iban a plantarse contra los eternos Goliat. Y no nos defraudaron: desde la eliminación de Inglaterra en octavos a manos de la simpática Islandia (que se convirtió en el "equipo de todos", o más bien, en el "equipo de todos los que mirábamos de afuera"), hasta la clasificación a semifinales de la gallarda selección galesa, pasando por la entrega total de los norirlandeses y el sacrificio de los albaneses.
No voy a comparar a la selección portuguesa con estas otras selecciones "menores" (hasta ahora menores) del viejo continente. Pero tampoco puedo colocar a Portugal a la misma altura que a Italia, Francia, España o Alemania. Ni siquiera que a la misma Inglaterra, experta en generar expectativas incumplidas. Portugal es una de esas selecciones europeas de segundo orden, donde se podría incluir a Holanda, Bélgica, Croacia y Suecia.
Selecciones sin los títulos ni la suficiencia de las "5 grandes", pero que cuentan con una tradición -especialmente a nivel de clubes- y calidad de jugadores como para meterse asiduamente en todos los torneos internacionales de relevancia, e incluso llegar a instancias definitorias en algunos de ellos, sin llegar al logro mayor: un título. Y ciertamente no parecía esta la Euro donde los lusos fueran a romper el maleficio.
Tres empates en la zona de grupos lo dejaron como uno de los mejores terceros, en cruce directo con una Croacia que venía crecida por su victoria frente a España. Un 2 a 0 en tiempo extra los clasificó a cuartos, donde se cruzaron con Polonia, en el que habría de ser uno de los partidos más aburridos de todo el campeonato.
Podrían haber seguido jugando dos días más y no hubiesen salido del 0 a 0. Por penales sellaron su pase a las semifinales, y el mediático enfrentamiento con la Gales comandada por Gareth Bale. En su mejor partido de todo el torneo ganaron 2 a 0 en los 90 minutos, y listo? final servida. No fue una gran final. Para nada. Francia quiso e hizo un poco más por obtener la victoria. Portugal volvió a ser el mismo equipo duro en defensa y timorato en ataque, especulador a más no poder. Actitud acrecentada por la lesión de Cristiano Ronaldo, que obligó a su sustitución en pleno desarrollo del primer tiempo.
Con el transcurrir de los minutos, Francia se vio maniatada, despistada por el embrollo defensivo lusitano, y sin mayor inspiración -salvo por parte del potente Sissoko- por parte de sus estrellas, cada vez se veía más cercana una definición por penales. Hasta que llegó el alargue? y ese golazo de Éder al minuto 109, que selló la final. Francia podría haber intentado todo el resto de la noche, pero entre Rui Patricio (¡que golero!), Pepe, y algo de fortuna (o infortunio, según se mire), la final ya estaba resuelta y Portugal se iba a hacer de su primer título oficial a nivel de selecciones.
Un título conseguido sin su máxima estrella en la cancha. Un título conseguido con el gol de un delantero que no había marcado un solo tanto a nivel internacional. Un delantero que no había hecho un solo gol en su equipo. Un título conseguido 12 años después de haber perdido una final, jugando en Lisboa, contra Grecia. La misma hiel que debieron tragar en aquella ocasión, esta vez se la dieron a beber a Francia. Es que el deporte tiene estas cosas que lo hacen tan maravilloso y trágico al mismo tiempo.