La Vida de la Triste Obrera
Trabajo en una oficina en el centro como secretaria. Mi jefe es el típico jefe al estilo patronal, rodeado de mujeres arregladas y bellas. Siempre ha odiado de mi el estilo hippie, porque me imagino que desentono con el decorado.
Cuando llegué, unas de las cosas que me desagradaba era que cuando me vestía a la usanza, me pedía que me diera vuelta tipo modeloca. ¿Será necesario que describa su cara de caliente?. Terrible situación. ¿Si lo mandaba a la cresta existía la posibilidad de que perdiera la pega?
Nunca quise averiguarlo, así que ahí estaba yo, bajo sus ojos escrutadores. Para poner fin a esas situaciones es que opté por vestirme a mi manera, lo que hace que me gane todas las mañanas el sermón correspondiente a que "debo sacarme partido", que a su oficina "van clientes importantes" y bla, bla, bla. Mi respuesta a todos estos comentarios es "si, jefe" mientras le entrego su taza de café. Sin embargo, al día siguiente se repite la rutina matutina.
Lo más curioso de todo, es que mi sueldo es de $220.000. Si considero que en pagar las cuentas se me van $100.000, el pedido del supermercado son $70.000 y la locomoción durante el mes son $20.000 me quedan tan sólo $30.000 para algún gustillo aislado el fin de semana o para sacar alguna pilcha de su agrado por cuotas. O sea, mi economía es justa, justa. Una caluga no considerada, me saca del presupuesto.
La Sra. Muriel, que es la espinita que nunca falta en una oficina, una vez me dijo: "¿Pero para que quieres internet?, podrías suspender el contrato y tendrías más platita para alguna distracción", o sea, el tema no es el aumento de sueldo, el tema es reducir mis necesidades al mínimo para que me alcance el sueldo hasta fin de mes. Quizá, en su opinión, debería bañarme por presas para ahorrar agua y usar velas para no tener que pagar la luz.
Con respecto al tema, en Chile es contraproducente ser soltera y sin hijos. Cuando hablé con mi jefe para un aumento de sueldo me dijo: "¿Y para que quieres un aumento? Tu eres sola, muchos gastos no debes tener. Si tuvieras hijos tendrías otras necesidades diferentes". La Sra. Muriel es una esclava del trabajo, para ella tampoco aplica el hecho de que yo quiera retirarme a la hora que me corresponde porque según ella "No tengo marido a quien atender ni bebé al cual alimentar".
El otro día el Gobierno anunció el aumento del sueldo mínimo a $225.000, así que ahí estaba yo, a primera hora de la mañana solicitando mi aumento de 5 luquitas. Todavía no sé si ir de vacaciones al Caribe o ir al mall a comprarme un helado.
Si, me siento discriminada por mi condición, pero eso no implica dejar de pedir aumentos de sueldo o decirle a la Sra. Muriel que yo también tengo vida afuera de esta oficina. Mientras, me conformo con llevar mi ropa de hippie que mi jefe tanto odia.