¿El Senado o la Presidencia? El gran dilema demócrata
DENVER (AP) — Los esfuerzos de los demócratas por conquistar la Casa Blanca y el Senado en el 2020 enfrentan un dilema geográfico: la estrategia para llegar a la presidencia puede conspirar contra las posibilidades de alcanzar la mayoría en la cámara alta.
Recuperarán seguramente la Casa Blanca si salen victoriosos en un viejo terreno suyo: los estados del viejo cinturón industrial del noreste con una clase obrera blanca que ha venido abandonando sus filas. Pero para ganar el Senado deben salir airosos en lo que se considera es el futuro del partido: Sectores de profesionales que viven en los suburbios, los jóvenes y las minorías pueden darle los estados de Arizona, Colorado, Georgia y Carolina del Norte, donde necesitan arrebatar bancas a los republicanos para alcanzar la codiciada mayoría.
Ambos objetivos requieren distintas estrategias y avivan un dilema geográfico que preocupa a los demócratas desde hace tiempo. El partido se hizo fuerte en el oeste del país y en los estados del sur, pero no lo suficiente como para ignorar la batalla en el cinturón industrial del noreste.
“Están varados entre el pasado y el futuro”, comentó William Frey, demógrafo de la Brookings Institution de Washington. “Es un problema interesante”.
En este contexto, la selección de candidatos al Senado es complicada. Las contiendas por el Senado y la presidencia están vinculadas y los aspirantes a una banca rara vez triunfan si el candidato a la presidencia pierde en su estado. Por ello, para alzarse con la presidencia y el Senado deben encontrar candidatos capaces de ganar esas dos contiendas.
“No hay duda de que el Sun Belt (el sur) será vital para los demócratas”, sostuvo Simon Rosenberg, de NDN, una organización que viene diciendo desde hace mucho que los cambios demográficos favorecerían a los demócratas en esa región. “Ganar estados como Arizona, Florida, Georgia y Carolina del Norte va a requerir una fórmula que se ajuste a sus preferencias” y no le apunte necesariamente el Rust Belt, como se le dice al cinturón industrial del noreste.
Los dos partidos se preparan para una batalla intensa en el Rust Belt (Wisconsin, Michigan y Pensilvania), que facilitó la llegada de Trump a la presidencia en el 2016 a pesar de perder el voto popular. Hillary Clinton descuidó esos estados en la recta final de la campaña, enfocándose mayormente en Arizona y Georgia, y lo pagó caro.
En un reflejo de la importancia que tiene el Rust Belt, los demócratas eligieron a Milwaukee (Wisconsin) como sede de su convención, en la que se coronará a su candidato a la Casa Blanca. El favorito de las encuestas Joe Biden tiene sus cuarteles generales en Filadelfia y candidatos como Bernie Sanders y Amy Klobuchar están dando mucha importancia a los votantes del centro del país.
Pero todos esos sitios no inciden demasiado en la puja por el control del Senado.
Los demócratas deben sumar cuatro bancas para alcanzar la mayoría, o tres bancas en caso de que conquisten la Casa Blanca y el vicepresidente emita el voto decisivo. Actualmente los republicanos tienen ventaja de 53-47. Si hay paridad de 50-50, el vicepresidente rompe la igualdad.
El Partido Demócrata ve peligrar la banca de Alabama, donde Doug Jones se alzó en el 2017 con la victoria en una elección especial que será difícil de replicar.
Pero le tiene puesto el ojo a varias bancas republicanas, en particular dos en Colorado y Maine, que Clinton ganó en el 2016. También le apunta a dos en Iowa y Kansas, pero sus mejores esperanzas están en estados como Arizona, Carolina del Norte y Texas, donde les ha ido bastante bien en los últimos años. Georgia podría también darle grandes satisfacciones tras el anuncio de la semana pasada de que el republicano Johnny Isakson se retiraba por razones médicas. Esto quiere decir que las dos bancas de ese estado estarán en juego. La otra es de David Perdue, un republicano que busca la reelección.
Por años los demócratas han pensado que estos estados estaban al alcance de su mano debido a los cambios demográficos, pero el proceso está tomando más de lo que muchos esperaron, como lo revelan las dolorosas derrotas en Georgia y Texas en el 2018.
Las diferencias entre los distintos campos de batalla son marcadas. Los tres estados del Rust Belt en el centro de la campaña presidencial son un 76% blancos, según el censo. Pero solo el 49% de la población en Arizona, Georgia, Texas y Carolina del Norte es blanca. En esos estados hay cada vez más migrantes jóvenes y mejor educados que son atraídos por economías florecientes, mientras que en el Rust Belt hay una población envejeciente en ciudades industriales venidas a menos.
Históricamente, sin embargo, los blancos de los estados del sur son más proclives a votar por los republicanos que los del Rust Belt del norte, una dinámica que ayudó a contrarrestar la creciente presencia de minorías y preservó la hegemonía republicana. A pesar de los progresos en el Sun Belt, a los demócratas les fue mucho mejor en el Rust Belt en las elecciones de mitad de término del año pasado.
Si la votación del 2016 dejó alguna enseñanza, es que los demócratas no pueden apostarlo todo a una estrategia.
“Lo más fácil es ir por el Rust Belt primero”, dijo Frey. “Hace falta un candidato muy especial para ganar ambas contiendas”.